Últimas Noticias de La Palma

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Últimas Noticias de La Palma


viernes, 24 de octubre de 2008

EL ATAJO - VUELTA A LA ISLA: Camino Real de La Costa

Con un buen sabor de boca y la sensación de haber realizado una tremenda hazaña para los 123 caminantes (récord de participación) el Club Deportivo de Caminantes “El Atajo” de Breña Baja, conjuntamente con la Concejalía de Deportes del Ayto. de Breña Baja dentro del Programa de Excursiones de Breña Baja organizó la caminata nº 116 “VUELTA A LA ISLA: Camino Real de La Costa” el pasado sábado 18 de Octubre. Se trato de una edición especial del GR 130 de la Red de Senderos de La Palma, ya que se anduvo en un solo día los 160 km. que componen este “Gran Recorrido”. Pero dividido en 10 etapas/grupos y así entre todos se caminó la vuelta a la isla en una única jornada. En años anteriores ya el club organizó, por dos veces, este recorrido pero en diferentes fechas. Se contó con la colaboración de la Consejería de Medio Ambiente del Cabildo Insular de La Palma.

Es la primera vez que el club organiza una odisea como esta y sobre todo, con esta actividad, se pretendió resaltar la importancia que ostenta los caminos reales y el entorno natural-rural que les rodea, para la conservación paisajística y medioambiental de nuestra isla. Al culminar la jornada tuvimos una merecida cena encuentro en la Parrilla Las Nieves (S/C de La Palma) para compartir entre todos los grupos las experiencias vividas en cada tramo.

“Tradicionalmente, las principales localidades de la isla se han unido entre sí a través del llamado Camino Real de La Costa y Medianías. El GR 130 es un sendero basado en los antiguos caminos de comunicación entre poblados, utilizado para distancias cortas (media jornada), ya que para distancias mayores era preferible ascender por una ruta radial y, una vez en La Crestería, descender por otro sendero radial hasta el punto de destino. Con sus 160 km de longitud, recorre toda la isla de manera circular, discurriendo por todos los municipios y por las principales poblaciones sin salvar grandes desniveles, excepto en el trayecto de Garafía a Barlovento. Su conjunto ostenta una importancia histórico- cultural muy alta y a través del mismo podemos transitar por algunas de las semblanzas más bellas de la isla”.

El Atajo, fundado en el año 2006, en la actualidad cuenta con 205 socio/as, 48 federados/as y una media de 67 personas de asistencia por excursión. El club se encuentra en un buen momento y con muchas ganas de practicar y potenciar esta actividad deportiva y lúdica, el senderismo, como vía, también, de protección de nuestro medio ambiente y nuestro patrimonio natural y rural. Además de ello, consideramos que esta actividad reportan a sus participantes, tanto a los miembros del club como a otras personas añadidas un beneficio notable desde diferentes puntos de vista. Por un lado mejora el estado de salud físico y mental; se crea un grupo convivencial basado en el compartir y por último despierta el conocimiento de nuestras tierras y costumbres, valorando positivamente lo nuestro.

La próxima caminata la tendremos el sábado 1 de Noviembre a la Ruta de las Fuentes de Breña Alta y ya están abiertas las inscripciones (llamando al teléfono del club, 636 60 94 99) para la estancia en la Villa de Garafía los días 15 y 16 de Noviembre con alojamiento en el Albergue de San Antonio de El Monte y donde se pretende realizar dos rutas por este municipio del norte de la isla.
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martes, 21 de octubre de 2008

Retablo Mayor del Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves - Santa Cruz de La Palma

La influencia lusitana en el quehacer del prestigioso palmero don Bernardo Manuel de Silva (1655-1721) -artista más representativo del Barroco isleño en La Palma y considerado el mejor pintor de la isla- se manifiesta en su faceta de tracista de retablos y en su obra como pintor decorador.

El retablo mayor del Real Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves, Patrona de La Palma, fue diseñado en 1701 por este famoso pintor y escultor. Fue su digna traza la que siguió el maestro de carpintería don Marcos Hernández Duarte y que costó 8.800 reales. Así, en las cuentas dadas en 1712 por el mayordomo don Diego de Guisla y Castilla consta el pago a Bernardo Manuel de Silva de 32 reales “por hacer la planta de dicho retablo”. También lo sobredoró y pintó entre 1712 y 1718.

Vendría a sustituir el antiguo altar mayor, que reemplazaría a otro que ya estaba colocado en 1576 en la venerada capilla. Se trataba de un retablo de madera estofado y dorado hecho de balaustres dorados con siete ángeles. Estaba erigido sobre un altar de piedra con unos azulejos encargados por el Obispo don Sancho de Trujillo, y colocados antes de 1568. De esto da cuenta el 1 de julio de ese año de 1568 don Luis Álvarez de Brito, Regidor, que fue quien presentó las cuentas por haber fallecido su padre, mayordomo de la ermita y con el mismo nombre.

Aún más atrás en el tiempo, encontramos la primitiva ara en 1520, hecho de madera en el que existían unos corporales con sus hijuelas. En 1525 consta que dicho altar era de dos gradas y así se sigue nombrando en inventarios sucesivos.

Consta que en 1649 el maestro Antonio de Orbarán fue contratado por el licenciado Blas Simón de Silva (1596-1680), Teniente General de La Palma, para hacer un retablo “para el altar de la ermita de la santa ymagen de Nuestra Señora de Las Nieves, que está media legua de está ciudad poco más o menos, según la trasa que a de ser y dibujo con que se a de ajustar…” El plazo para acabar la obra, que ya había empezado a hacer, se fijó en dos años y el precio en 2000 reales, además de un tributo de 50 doblas de principal que Orbarán pagaba a Simón de Silva y por el que le debía “333 reales de corridos de cinco años”. Poco tiempo después, en 1647, el artista había decorado y pintado la capilla mayor del santuario. Sin embargo, se ignora si el maestro llegó efectivamente a cumplimentar el encargo.

Más tarde, atendiendo a la dádiva que hizo el capitán don Julián Felipe – fallecido en La Habana en 1683- “de treinta y nueve arrobas y media de tabaco”, para que se vendiera y con su importe construirse un retablo a La Virgen de Las Nieves, el Visitador don Juan Pinto de Guisla, en 22 de diciembre de 1672, dispuso su hechura. Este tabaco fue entregado a Pedro Dávila Marroquí, “estanquero de esta ysla, por presio de dos reales libra, dándosele tiempo para que pudiesse benderlo”.

Subastada públicamente y pregonadas las condiciones en la plaza mayor, la obra fue rematada, el 22 de octubre de 1700, por el maestro Marcos Hernández Duarte, que pujó a la baja en ocho mil reales, modificando su primera oferta de diez mil. El 5 de enero de 1701 se otorgó la escritura contractual por la que se obligó a entregarlo en el plazo de un año. Por este trabajo recibiría tres mil reales en dinero al contado, conforme fuere trabajando y cinco mil en trigo, vino y ropa al precio de las tiendas. Como nos explica el profesor Pérez Morera, “quedó exonerado del traslado de la obra desde su taller hasta el santuario”. El maestro dio por fiador a su compañero y amigo Carlos de Abreu y, según consta en el testamento del doctor Guisla Corona, en 1702 ambos realizarían juntos el trabajo.

El mismo devoto capitán Julián Felipe había donado 300 libros de oro para su dorado, enviados desde Indias, y además se contaba con el donativo del canónigo, el doctor don Juan Méndez de Guevara. En 1698, el Obispo Vicuña y Suazo había dado licencia para construirlo, comisionando para dirigir y administrar la obra al doctor Pedro de Guisla Corona, Vicario de La Palma, con facultad para vender las prendas y alhajas de la Virgen más excusables.

Bernardo Manuel pintó, en los discos de las bandas laterales, motivos a pincel de simbología mariana. El maestro empleó el mismo tipo ornamental que tuvo como motivo básico el tallo envolvente en roleo revestido de hojas, dispuestos en formaciones geométricas y ritmos repetitivos.

Así, en el Libro II de cuentas de Fábrica del Santuario, aparecen las cuentas dadas por el mayordomo Juan de Guisla y Pinto, heredero del difunto Diego de Guisla y Castilla, desde el 31-I-1711 hasta el 31-VII-1718 se lee: “Por dos mil nobecientos y Veinte rreales pagados a Bernardo Manuel de Silva por el dorado del Retablo, que aunque Su Costo pasó de Setecientos ducados el Oro lo tenia la Iglesia de limosnas hechas y Solo se pago dicha Cantidad por el trauaxo y ocupación del dorado”. Para llevar a cabo toda esta obra fue necesario acudir a la ayuda económica de la fábrica parroquial.

La traza de este fabuloso retablo, uno de sus elementos más significativos, se caracteriza esencialmente por su marcado carácter lusitano, de modo que su contemplación trae enseguida a la memoria ejemplares portugueses. Su planta, que corresponde al tipo de retablo-hornacina, no tiene otro ejemplar en las islas que pueda comparársele:”Toda la composición se cierra, sin ático y a la manera lusitana, semicircularmente, dejando a sus extremos una zona horizontal en función de pedestal para dos ángeles músicos”.

Estas magníficas esculturas en madera policromada fueron doradas y estofadas por el artista Bernardo Manuel de Silva entre 1711 y 1718 para este altar. Constituyen un elemento propio poco común en el arte canario. Los ángeles tañen sendos laúdes en el coronamiento de las caras frontales del retablo, sobre el entablamento que sustentan las columnas pareadas. Como dice Castro Brunetto, “su presencia demuestra el empleo de un frontispicio literario como fuente artística, pues en ellos es casi irrenunciable la presencia de una figura, alegórica, simbólica o, simplemente decorativa que animara la escena e insistiese en el mensaje que se pretendía transmitir”.

Al elevarse el techo de la capilla mayor en 1876, el retablo resultó pequeño por lo que se pensó en darle mayor altura. Las cartelas del sotabanco se colocaron debajo de las correspondientes a la predela pero, al no contarse con las que eran necesarias, se sustituyeron por unos paneles pintados con similar decoración. El historiador palmero Fernández García nos informa que “para cubrir el vacío producido por el desplazamiento del sagrario, talló el artista palmero don Aurelio Carmona López las cartelas necesarias, las que quedaron en poder de su familia y su nieta doña María García de Aguiar y que Carmona donó al Santuario”.

El profesor Alfonso Trujillo, en su magnífica descripción de este retablo, argumenta la dificultad artística de poder lograrse dar una mayor altura al mismo, si bien es cierto que no ha existido una solución definitiva, precisamente por conocerse las dificultades que presenta tal elevación.

En las hornacinas laterales que están a ambos lados del gran nicho central donde está entronizada la Gran Señora de La Palma, la Morenita -la imagen mariana más antigua de las que se veneran en el Archipiélago- están colocadas las imágenes del siglo XVI de los mártires San Bartolomé y San Lorenzo. Se hallan inventariadas por primera vez en 1603. En 1779 se menciona que la pequeña escultura del Patrón de La Palma, San Miguel Arcángel, que se hallaba en la concha que aparece en el centro del tablero semicircular, parte alta del retablo, fue donación del Capitán don José Fierro.

Tras la construcción del magnífico retablo nuevo, el antiguo nicho fue vendido en 1719 a la Capilla del Carmen de la Parroquia Matriz de El Salvador, junto con “un sagrario que se sacó del altar mayor” y fue a parar al convento de la Piedad de Los Sauces. Su forma sirvió, no obstante, de antecedente y modelo para la actual hornacina principal, donde “La Morenita” aparece sobre un trono dorado y estofado compuesto por “diferentes esculturas de niños”, rodeada de ángeles músicos y nubes. Los profesores Pérez Morera y Alfonso Trujillo, constatan que “el actual retablo sigue manteniendo en esencia la tipología básica de un retablo-hornacina concebido en función del nicho o tabernáculo de la Patrona de la Isla”.

José Guillermo Rodríguez Escudero

BIBLIOGRAFÍA:

CASTRO BRUNETTO, Carlos Javier. “El mensaje de los retablos: Tres ejemplos en Santa Cruz de La Palma”.
FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José. Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves, León, 1980.
PÉREZ MORERA, Jesús. Silva. Bernardo Manuel de Silva, Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1994.
- Idem. Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad, CajaCanarias, 2000
TRUJILLO RODRÍGUEZ, Alfonso. El retablo barroco en Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1977.
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sábado, 11 de octubre de 2008

La Capilla de la Virgen de Montserrat - Iglesia de San Francisco de Asís - Santa Cruz de La Palma

Se la ha considerado como la mejor y más importante capilla de la ciudad, fundada por don Gabriel de Socarrás y Centellas y su esposa doña Ángela de Cervellón Bellid, hija del conquistador don Vicente Cervellón. Ornada con riqueza inusual, constituye una de las primeras muestras del arte renacentista en Canarias. A pesar de su decoración “a lo romano”, la traza del arco, ligeramente apuntado, y la ventana ojival de la pared meridional evidencian la pervivencia del gótico; el arco labrado en piedra no tiene comparación en las Islas.

Socarrás era un mercader catalán que llega a La Palma en 1501 y recibe datas del Adelantado Lugo. Los orígenes del donante quedan manifestados en la advocación de la capilla, al ser la patrona de su región, y que se fabricó en el lado colateral de la Epístola con puerta a la calle. Su fundación es anterior a 1553, como nos informa Pérez Morera, y ya en 1556 se habilita el enterramiento familiar, colocándose simultáneamente la imagen de la Virgen de Montserrat en su retablo. Así lo escribe el investigador palmero Fernández García en uno de sus artículos publicados en la prensa local en 1963.

En conjunto, la iglesia de este Real ex Convento franciscano de la Inmaculada Concepción dibuja en planta una cruz latina, de dos brazos no exactamente iguales y formados por las capillas. Sin embargo, la doctora Fraga cree que las capillas son posteriores a 1553. Es la fecha en la que el incendio provocado por el ataque pirático del hugonote francés François Le Clerc, “Pie de Palo”, obligó a la reconstrucción del cenobio. Por consiguiente, la primera fábrica fue seguramente de una sola nave, con el presbiterio fundado por Jácome de Monteverde, mismo célebre caballero que mandó colocar en ella sus armas en la primera mitad del siglo XVI.

Junto a la presencia necesaria de los blasones familiares estaban también los retratos del matrimonio donante como signo de su empresa piadosa. El retablo desapareció del templo a principios del siglo XIX y se cree que la talla de la Virgen es la que actualmente se venera bajo la misma advocación en el magnífico retablo de la capilla de San Nicolás de Bari, fabricado por Bernabé Fernández en 1721.

Diversas reformas posteriores del templo llevaron a cambiar la denominación de alguna de sus capillas. En este caso concreto, hoy esta capilla está dedicada a la venerada imagen del Señor de la Piedra Fría, el Cristo americano más antiguo del Archipiélago bajo la advocación del Señor de la Humildad y Paciencia. Desfila procesionalmente en un trono repleto de fanales y velas encendidas en la noche del Jueves Santo, acompañado por todas las cofradías de la parroquia seráfica y por la sobrecogedora talla de Nuestra Señora de La Soledad, del siglo XVIII.

La antigua capilla de Montserrat, o “Virgen de La Montaña”, es muy famosa y admirada por su extraordinaria techumbre octogonal. Según Hernández Perera: “Es una de las pocas cubiertas italianizantes del Archipiélago, no tributarias de las lacerías moriscas”. Es un magnífico ejemplar de estructura mudéjar y decoración renacentista con casetones pintados y temas vegetales y geométricos. Los restos de zonas doradas, azules, rojas y negras, dan todavía buena información de su original esplendor.

El historiador de arte Fernando Gabriel Martín Rodríguez escribió: “La coherencia del programa iconográfico de la capilla con la iglesia, se mantiene en el almizate del techo con un relieve sobredorado con el tema de la coronación de la Virgen por la Trinidad.” Continúa detallando que es un esquema original el de unir estructuras de carpintería con imágenes.

Esto se completa en la base de la armadura con la colocación de ocho bustos de los evangelistas y algunos apóstoles o santos. El investigador continúa argumentando en su obra sobre la singularidad de la capilla. Una decoración con finos grutescos, importantes tendencias decorativas de un renacimiento ornamentado que se manifiesta también por esos años, en el edificio del Cabildo.

La fecha de 1565 es para esta capilla es de gran interés, si la comparamos con la de 1563, en que se construyen las Casas del Cabildo, ya que es evidente la similitud de la talla en ambas fábricas, lo que nos lleva a pensar en un autor anónimo común.

Los cuadrantes se decoran con grandes hojas de acanto y lo que parece ser el escudo de alianzas familiares. Los capiteles de follaje de las pilastras son los llamados itálicos, cercanos al corintio. Tienen calículos y cabeza de querubín. Los dos pedestales soportan figuras barbadas y de perfil. Aparece “San Pablo” con una espada alzada en su mano derecha y la otra, posiblemente es “San Pedro”, aunque no se aprecian sus atributos. Se observan relieves con figuras de niños y pieles de animales combinados con temas vegetales y geométricos.

Juan Sebastián López García nos amplía esta información: “El arco tiene por decoración un bello grutesco. Realmente extraordinaria es la pilastra, con decoración de tipo vegetal, guirnalda con rostro humano, un putti…”

La antigua talla de “Nuestra Señora de Montserrat”, importada como hemos visto, por el catalán Gabriel de Socarrás para su capilla, es un testimonio de la vinculación con Sevilla y Andalucía. Esta imagen, como las que se encuentran en el retablo actual de San Nicolás de Bari, pertenece a un numeroso grupo de esculturas que constituyen una excelente embajada del arte hispalense de los siglos XVI al XX.

La talla mariana es la más antigua de ellas y su origen andaluz está avalado por las estrechas relaciones comerciales que su donante –avecindado en La Palma desde 1501 como apoderado de Pedro de Benavent, primer dueño del ingenio azucarero del pueblo norteño de Los Sauces –mantuvo con la Baja Andalucía, donde estaban establecidos los Benavent, mercaderes pertenecientes a la baja nobleza barcelonesa que, desde fines del siglo XV operaban en el delta del Guadalquivir.

El profesor Pérez Morera nos la describe: “Su majestad casi románica pone de relieve la antigüedad de la pieza, fechable en al primer tercio del XVI; llama la atención su rico estofado, con motivos tomados del grutesco romano, como flores, zarcillos y cabezas de angelitos.” La talla sujeta en su brazo izquierdo un “Niño Jesús”, rechoncho, desnudo y juguetón, mientras que con la derecha, sujeta firmemente un cetro real y lo adelanta para “que sea visto por todos”. No cabe duda de la majestad de su porte.

El mismo profesor palmero también ha relacionado esta obra de arte con la talla de la Virgen de Los Reyes de Icod de Los Vinos, concretamente en la caída de pliegues, tocado y postura, aunque finaliza su estudio confirmando que “la pieza de La Palma refleja calidades superiores.”


José Guillermo Rodríguez Escudero

BIBLIOGRAFÍA:

FRAGA GONZÁLEZ, M. Carmen. Arquitectura Mudéjar en Canarias

INCHAURBE, DIEGO, Fr. «Fundación del Convento de La Inmaculada Concepción en Santa Cruz de La Palma». El Día, (15 de diciembre de 1959).

LOPEZ GARCÍA, Juan Sebastián. La Arquitectura del Renacimiento en el Archipiélago Canario.

MARTIN RODRIGUEZ, Fernando Gabriel. Santa Cruz de La Palma. Una Ciudad Renacentista.

PEREZ MORERA, Jesús. Magna Palmensis. Retrato de una ciudad.

RODRÍGUEZ ESCUDERO, José Guillermo. “La capilla de la Virgen de Montserrat. Iglesia de San Francisco de Asís”, El Día/La Prensa, (31 de julio de 2004)
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lunes, 6 de octubre de 2008

Nuestra Señora del Rosario y sus antiguas fiestas de 'Naval' En Santa Cruz de La Palma

El fabuloso templo se erige sobre la antigua iglesia del Convento dominico de San Miguel de Las Victorias, un cenobio que fue convertido en un verdadero panteón de conquistadores y descubridores del Nuevo Mundo. Se levantó en los aledaños de la primitiva ermita fundada en 1530 por Fray Domingo de Mendoza, evangelizador del Nuevo Mundo, y dedicada por el Adelantado Fernández de Lugo al Patrón de la Isla.

Este suntuoso recinto cuenta con espléndidos retablos barrocos. El más antiguo es el de la capilla de La Virgen del Rosario, “muy aumentada en el aseo y riqueza de retablo, lámpara y otras alhajas”. Fue realizado en 1660 por don Andrés del Rosario y su hijo, don Lorenzo de Campos. Por este magnífico trabajo recibieron 5.000 reales, “pagados con las limosnas de dinero, pan, vino azúcar que prometieron los hermanos de la cofradía”.

Para la elaboración del bello retablo se utilizaron 40 tozas de viñátigo y como nos recuerda don Jesús Pérez Morera, “cortadas en 1658 en los montes de Breña Baja”. El mismo profesor nos confirma: “su traza, claramente manierista, parece derivar de la portada del tratado de arquitectura de Andrea Palladio”.

El ático tiene un cuadro de Dios Padre colocado en 1664-1666. Es posible apreciar la influencia, tanto en líneas como en decoración, de la cercana portada principal de la Parroquia Matriz de El Salvador (1585).

El capitán Pérez Pintado tuvo desde su niñez una especial devoción por la imagen de la Virgen del Rosario y su cofradía. Esa devoción lo llevó a hacer a su costa “un trono que se compone de cuatro gradas y su basa en que se ponen las andas todo de madera todo dorado y plateado”, del cual hizo gracia y donación a dicha imagen bajo varias condiciones; la primera era que sólo debía de armarse en las fiestas de la Naval, el primer domingo de octubre, aunque también, por ser el día de año nuevo una de las solemnidades del convento, podría facilitarse a la comunidad previo pago a la cofradía del Rosario de la cantidad de 50 reales de limosna, y en las ocasiones que visitara la iglesia la Virgen de Las Nieves en su procesión general cada lustro (Archivo de Protocolos Notariales. Pedro de Mendoza Alvarado, 1694).

La planta de la iglesia se completó, a finales del siglo XVI, con la adición de la citada capilla de El Rosario, que es la segunda colateral de la Epístola. A su fábrica mandó doña Esperanza Fernández de Aguiar dos doblas en 1594. En ella, el pueblo va “mucho mas en la devoción a rezar el rosario, cuyo santo ejercicio ha permitido la misericordia de Dios que se haya restituido con tanto fervor que es el milagro de milagros…”

El Camarín de la Virgen fue construido entre 1697-1698 bajo la dirección del maestro don Domingo Álvarez, “a quien los regidores del cabildo llamaron a sala en 1697 para que dispusiese por fuera la cañería que conducía el agua al puerto”. Su costo total ascendió a 7.323 reales, sufragados en su mayor parte por las dádivas de los feligreses y vecinos en general. Esta acción de engrandecimiento transformó la iglesia y el convento en la más completa muestra del barroco de todo el Archipiélago. En uno de los laterales de la capilla mariana se encuentra el exvoto pictórico marinero más antiguo de España.

La imagen de Nuestra Señora del Rosario había recibido hasta entonces la veneración popular en el altar de la capilla de La Soledad, costeada por don Gonzalo de Carmona, mercader y almojarife de La Palma y su sobrino, el licenciado don Diego de Santa Cruz. Es la primera colateral del Evangelio, donde consta se hallaba en 1589.

Uno de los más fervientes devotos de la Virgen fue el prior del monasterio, muerto en loor de santidad en 1716, Fray Francisco de Lima y Roxas, quien también contribuyó al majestuoso acabado del templo con su exquisito gusto. Así mismo sucedía con Fray Andrés Perera, fallecido en 1708, dejando entre sus bienes 100 libros de oro, 50 de plata y 400 pesos escudos, a fin de finalizar el dorado de los altares del sagrado recinto.

A principios del siglo XVIII, el templo de San Miguel de Las Victorias se convertía así en uno de los más suntuosos de las islas, con cátedras de filosofía, teología, brillando también en las artes y las letras.

La actual imagen de vestir de la Virgen del Rosario, de tamaño natural, está esculpida por el prestigioso y afamado imaginero orotavense Fernando Estévez del Sacramento en 1832, un magnífico trabajo que había sido solicitado al maestro tinerfeño por la comunidad de dominicos.

En los últimos tiempos han cobrado mucho interés las andas de baldaquino que pertenecen a la Virgen del Rosario, ejecutadas en el último trienio el siglo XVII, una bella pieza en la que encontramos, quizá, el precedente en el que Pedro Merín se basó para su tabernáculo de Santo Domingo de La Laguna. La importancia de esta obra ha sido expuesta por la profesora doña Constanza Negrín, quien restituye uno a uno a todos los artesanos que tuvieron que ver en la misma.

El mayor interés de la obra, aparte de su elegantísima factura y de su posterior importancia para la plata canaria, es que, a los autores a los que tradicionalmente se había atribuido, Silvestre y Diego Viñoli -orotavenses afincados en Santa Cruz de La Palma-, hay que unir al platero Diego Agustín de la Torre Betancur, que realiza la peana, los brazos y las estrellas del cielo.

Este autor, del que no se conoce más obra documentada, podría ser así mismo, la mano hacedora de piezas similares, tanto en La Palma como en otras Islas, dando así al descubrimiento de la mencionada profesora el interés de haber abierto un nuevo foco de investigación.

La preciosa efigie se halla rodeada por una enorme aureola de plata, un sol elíptico de ráfagas muy prietas. Va revestida con amplios ropajes y gran manto y un valioso rostrillo. Lleva lujosas prendas, dádivas de devotos agradecidos por su intersección ante conflictos personales.

Por ejemplo, Luis de Consuegra, sin descendencia, había dejado en una cláusula testamentaria a “Nuestra Señora del Rosario del Convento de Santo Domingo una corona de rosario engarzada en oro de frutilla” (A.P.N., 1678)

El Niño Jesús que lleva en sus brazos es obra del imaginero Aurelio Carmona López, escultor más sobresaliente de todos los que florecieron en La Palma en la segunda mitad del siglo XIX. La hermandad del Santísimo Rosario, ante lo pequeño del niño que se poseía, determinó encargarle al artista palmero la hechura de uno nuevo, mayor, que guardara una mejor proporción con la Virgen y esculpió una fiel reproducción del que porta la imagen de gloria de Nuestra Señora del Carmen de la parroquia de El Salvador, obra también, como la del Rosario, de Fernando Estévez del Sacramento.

Se ignora la fecha exacta de la fundación de la Cofradía del Santo Rosario, encargada de hacer la “Fiesta de la Naval” con procesión por las calles y su octava; “salve y letanía todos los primeros domingos de mes, por la tarde, y los entierros de sus congregantes con un aniversario general por los mismos”. Sus nuevas constituciones fueron aprobadas por Real Orden de 4 de abril de 1862, “en las cuales se hace protesta de que, al reorganizarse bajo nuevas reglas, se hace con la antigüedad del año de 1530”.

Su Majestad la Reina doña Isabel II, en Real Orden de 11 de septiembre de 1862, se dignó aceptar el cargo de Hermana y Camarera Honoraria que le fue propuesto por esta Cofradía.

El día 5 de octubre de 1729 comenzó a hacerse en esta ciudad la procesión de la Virgen hasta la Cruz del Tercero, en la Plaza de la Alameda; se originaron varios pleitos porque “los frailes se excedieron de su territorio, saliendo del círculo acostumbrado”.

El Provisor y Gobernador del Obispado, don Luis Manrique de Lara mandó que los frailes eligiesen las calles, y que, elegidas, quedasen demarcadas para siempre, y los religiosos señalaron “las que se han venido siguiendo, que son las mismas de cualquier procesión general”.

El 4 de noviembre de 1709 la Hermandad de la Virgen acordó hacer la fiesta de octava de La Naval a la que se obligaba a participar en los actos de la mañana y de la tarde. Luego, don Pedro Massieu Monteverde, Oidor de la Real Audiencia de Sevilla, llegó a hacerse cargo voluntariamente de esta festividad desde 1713.

Las Fiestas en honor a la Virgen, llamadas de “Naval”, llegaron a ser una de las más alegres, espectaculares y multitudinarias de cuantas se celebraban en la Isla después de las de la Bajada de la Virgen. La plaza se iluminaba con hachos de tea y montoncitos de serrín y brea que se repartían por toda ella y se le colocaban unos palos con brazos de hierro en forma de “ese” asemejando un gigantesco candelabro, rematados por farolillos con velas.

Pero luego llegó la luz eléctrica. Éste es otro dato curioso que nos da una idea de la importancia que tuvieron estos festejos. “El Electrón”, fundada en la capital palmera para el suministro de luz eléctrica a la población, debía encender el alumbrado público: “en dos de los tres días de Carnaval, Domingo de Piñata, Nochebuena, Vísperas de las Fiestas de La Naval y San Francisco… incluso los festejos que se celebraran cada cinco años con motivo de la Bajada de la Virgen…” Recordemos que Santa Cruz de La Palma fue la pionera en Canarias en tener, entre tantos otros avances, luz eléctrica. Con ello, las fiestas se vieron mejoradas en todos los aspectos. Eran realmente espectaculares. Como también lo eran los “paseos de gala”, en los que las damas estrenaban y lucían los complicados atuendos a la última moda, y la plaza de Santo Domingo se convertía en el centro neurálgico de las reuniones de la capital palmera. Ésta lucía los más vistosos adornos.

Con motivo de una epidemia de viruela en el vecino Barrio de San Telmo, las fiestas fueron suspendidas en 1897. Tan sólo tuvieron lugar los actos religiosos.

Con la apertura de la plaza a la calle de San Telmo (finales del siglo XIX y principios del XX) se dio inicio al plantado de los laureles y la plaza cobró aún más belleza. La autorización para las obras la dio el arcipreste don Benigno Mascareño. Lamentablemente en nuestros días fueron cortados y tan sólo quedan un par de ejemplares. Un triste fin para unos magníficos árboles y una espléndida plaza. No queda ya el menor vestigio de su esplendor.

Por esa época, la imagen mariana comienza a hacer su salida por el mencionado Barrio de San Telmo en la víspera de su onomástica, iniciándose gracias a la generosidad de don Miguel Lorenzo González, una vez éste regresó de Venezuela. También el Barrio de San Sebastián quiso que la procesión pasara por sus calles en la misma víspera, asunto que ocasionó algún que otro disgusto a los de San Telmo. La Hermandad decidió que el 1902 la Virgen ascendiera por primera vez las engalanadas calles del Barrio de “La Canela” – como popularmente se le conocía al de San Sebastián. Las calles parecían un bosque de faya por la frondosidad de las ramas cortadas para adornarla y en la fuente de El Dornajo, al final de la pendiente, se colocó un pabellón diseñado por Ubaldo Bordanova bajo el cual se situó el trono para recibir el canto de loas y fuegos de artificio. Una vez la procesión llegaba a la abarrotada plaza, la Virgen era colocada detrás de un gigantesco arco formado por piezas de pirotecnia, dando la sensación de que la imagen estaba nimbada de fuegos de artificio. Luego se iniciaban los acordes del aria “Rosario de María de misterioso emblema…” cuya letra se debe al poeta palmero Domingo Carmona Pérez y cuya música es obra de Victoriano Rodas (1827-1916). Más tarde, el músico Manuel Henríquez Arozena (1888-1920) compuso la loa que se ha venido cantando en los últimos años. También don Domingo Santos Rodríguez en 1927 dedicó a la Virgen otra partitura, junto con su letra.

Fernández García nos describía con profusión de detalles en la prensa local de 1963 cómo la plaza de Santo Domingo se convertía en una especie de “gran salón” en el que llegó a interpretarse para estas fiestas en 1940, un Carro de la Bajada de la Virgen titulado “Reina de La Paz”. Esto nos da una idea de su importancia.

Como hemos visto, la Virgen desfilaba procesionalmente por las empedradas y empinadas calles de los barrios colindantes a la iglesia en los días 6 y 7 de octubre de todos los años. En estas últimas ediciones tan sólo lo ha hecho el día de su onomástica. Todo un espectáculo artístico que se ha desarrollado entre la devoción ancestral de un pueblo que, ambiguamente, no olvida sus tradiciones pero, lamentablemente, sí las deja morir. Aquellas “Fiestas de la Naval” competían en espectacularidad con las de San Francisco de Asís, también de la capital palmera. Eran tiempos de loas, cuadros plásticos, banderas, mantones, altares efímeros, comparsas de “gigantes y cabezudos”, reuniones vecinales para limpiar las calles y embellecerlas con gallardetes y damascos, etc., en un tiempo donde el pueblo orgulloso y diferente se unía en este dulce “pique” para demostrar a propios y extraños de lo que era capaz. Lamentablemente esto ya se ha ido acabando. El pueblo palmero, poco a poco, está perdiendo su identidad y esto, irremediablemente llevará a convertirlo en uno más, en una copia clonada de otro pueblo cualquiera falto de la gloriosa historia que el nuestro sí ha tenido.

José G. Rodríguez Escudero

BIBLIOGRAFÍA

Archivo de Protocolos Notariales de Santa Cruz de La Palma, (A.P.N.), Pedro de Escobar, 1678
FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José: «La Esclavitud y Hermandad del Santísimo Rosario». Diario de Avisos, (24 de octubre de 1963).
FUENTES PÉREZ, Gerardo. Canarias: el Clasicismo en la Escultura, Aula de Cultura de Tenerife, Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, 1990.
VV.AA.: Gran Enciclopedia del Arte en Canarias, Centro de la Cultura Popular Canaria, Gobierno de Canarias, 1998
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista: Noticias para la Historia de La Palma, La Laguna- Santa Cruz de La Palma, t. I y II, 1975-1997.
PÉREZ GARCÍA, Jaime: Los Carmona de La Palma. Artistas y artesanos. Servicios de Publicaciones de Caja Canarias, Excmo Cabildo de La Palma, 2001.
- Idem. Casas y familias de una ciudad histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma. Madrid, 1995
PÉREZ MORERA, Jesús: Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad. CajaCanarias, publicación nº 242, Arte 27, 2000
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