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jueves, 19 de marzo de 2009

Parroquia de Nuestra Señora de La Encarnación - Santa Cruz De La Palma

HISTORIA


En un promontorio, a la vera de un barranco y cerca de la cueva de Carías, - lugar donde habitó el último príncipe de Tedote y se reunió el primer concejo de la isla o cabildo-, se fundó la ermita bajo la advocación de Nuestra Señora de La Encarnación. A su alrededor se erigió el barrio con el mismo nombre, que se extendió al término comunal de La Dehesa, franco para el ganado de los vecinos. 

Para la fundación de la pequeña iglesia, se “cree que trajo de Cataluña” don Gabriel Socarrás y Centellas una pintura del misterio de La Anunciación. Sin embargo Juan Bautista Lorenzo niega que se trate de este conquistador “porque habiendo este venido á la Palma en 1508, esto es, 8 años después de la conquista, ya debió haber estado colocada la pintura de referencia en la rústica Ermita”.

Según la tradición, la humilde iglesia cubierta de paja, sirvió de parroquia a la naciente villa. Cuando se trasladó el incipiente núcleo hacia el Sur, se fabricó la iglesia de El Salvador y aquélla quedó convertida en ermita, extramuros de la ciudad y aneja a la parroquia matriz.

A la primera iglesia de la isla de La Palma erigida por los conquistadores que aún se conserva, no se le conoce fecha fija de fundación. Se creía que era la segunda en antigüedad tras la ermita de San Miguel de Tazacorte, pero de ésta no queda nada de su primigenia planta, siendo, eso sí, la primera fundación religiosa de La Palma. 

Consta que el 26 de noviembre de 1520 visitó la ermita de La Encarnación el Bachiller Pedro de Pavía, Visitador que tenía encomendado “gastar 2.000 res. o más en los reparos mas necesarios”. En el Libro Primero consta también que en 1522 la visitó el Obispo de Tierra Firme, fray Vicente Peraza, quien se remitió al inventario de 1518, cuyas actas no se conservan. Ya en la visita del licenciado García Calderón en 1532, se la denomina “Nuestra Señora de La Encarnación de la Dehesa desta villa”.

Don Juan Toscano, nombrado Visitador por el Sr. Obispo Cabeza de Vaca, escribió el 8 de mayo de 1525, que “el consejo de esta isla dio á la ermita por los años de 1495…” (es decir, dos años y ocho meses después de la conquista). Esto corrobora la tesis de que este santuario mariano existía antes de 1495. El mismo Toscado había mandado guardar una piedra de altar que estaba quebrada. 

Sufrió el saqueo de los piratas franceses mandados por el hugonote François Leclerc, “Pata de Palo” en julio de 1553, quienes expoliaron la iglesia, destruyendo obras de arte y documentos que acreditaban su antigüedad. Se quemó, por ejemplo, el libro donde figuraba la visita de Sancho Trujillo, Obispo de Marruecos. 

No obstante, quedan evidencias de su pasado de esplendor en el arco toral gótico (c.1532-1534) baquetonado, pionero en la isla y labrado por el cantero Hernando Luján, y en la constancia de sus cultos y romerías, famosos en el siglo XVI. 

La encargada de organizar estos actos era una cofradía que pedía limosnas para costear la cera y pagar el estipendio al sacerdote por decir las misas. La última noticia que tenemos de ella es de 1530, cuando el Obispo Zamora ordenó al vaquero Juan Alonso que pagara su deuda. En 1550, el inventario del doctor Juan Vivas conserva anotaciones de numerosos ornamentos y valiosos objetos robados durante el saqueo.

Tal era la cantidad de rentas “muy crecidas”, que era suficiente para absorber todos los gastos generados por las obras y reformas que se hacían en la ermita. Incluso de sus fondos se sacaron 550 doblas para la fábrica de la capilla de El Salvador. En los inventarios de 1525 y 1530 consta la donación que se hizo también para esta parroquia de “porta-paces y otras alhajas propias del servicio parroquial … de las que se llevaban prestadas á aquellas para sus funciones…”

ONOMÁSTICA DE LA VIRGEN

Se celebraba la Fiesta de La Anunciación, cada 25 de marzo, aquellos años que no lo impedía la Semana Santa (por ejemplo, en 2005 fue Viernes Santo, por ello se trasladó al 4 de abril). Se cuenta que “el beneficio no lleva derechos, porque, según tradición, la juró, por haber sido socorrida en este día, la ciudad, con la llegada de algunos buques cargados de trigo de que había gran penuria.” Ya en 1706 se empezó “á tomar 8 reales antiguos en lugar de la oblata ó cera del altar, que despues se aumentó á 15 rvón. corrientes”.

La Encarnación de María o también llamada La Anunciación, es la fiesta más antigua de las que hoy celebramos de la Virgen. 

Hacia 1589 se fabricó en la plaza una casita para el ermitaño o santero, reedificada y destruida por el fuego en tres ocasiones. A mediados del s. XVIII se hizo en la cuesta otra casilla baja como hospedería para las gentes que venían de romería. El portugués Gaspar Fructuoso indicó que la ermita era un lugar “de gran romería para los vecinos de la isla”, devoción que se tradujo en abundantes limosnas de “quesos, vinos, granos y frutos… legados testamentarios en dinero, tributos y fincas y con la renta de las tierras”. 

LAS TALLAS DE LA VIRGEN Y SAN GABRIEL

Encargadas a Amberes por el mayordomo Rodrigo Alonso de la Higuera, y gracias a la mediación del comitente Jácome Monteverde y a que fueron custodiadas en la travesía desde la Península por el conquistador Marcos Roberto, las esculturas de la Virgen de La Encarnación y el arcángel San Gabriel (de 96 cms de alto), llegado posteriormente, componen un grupo irrepetible del patrimonio canario. Se calculan sus gastos en torno a 8.180 maravedíes por la hechura y otros 1.433 abonados en indumentaria traída para la imagen mariana. Este encargo queda recogido por Trujillo de esta guisa: “primeramente compró Jácome de Monteverde una ymagen de bulto de Ntra. Sra. De la Encarnación que costó en Flandes saliendo al valor de la moneda desta ysla 8.180 mrs”

Jesús Hernández Perera también nos advierte que algunas imágenes, como las que nos ocupan, llegaron anteriormente al atroz incendio de la capital palmera en 1553 por el francés François Le Clero «Pata de Palo». La Virgen -llegada antes de 1525- y San Gabriel inaugurarían el rico repertorio de arte flamenco conservado en La Palma. Según este autor, otras imágenes llegarían también por mediación de Jácome de Monteverde -y como nos recuerda Martín Sánchez en su magnífico trabajo sobre la advocación del Arcángel San Miguel en Canarias- , “impregnadas de goticismo en sus plegados metálicos de gusto eyckiano”. Entre estas bellísimas y valiosas imágenes se hallan, para las primitivas ermitas palmeras, la de la Inmaculada del Real Convento homónimo, la Santa Catalina de Alejandría y San Sebastián Mártir, las tres en la capital, la de Santa Lucía en Puntallana y la de San Miguel para la de Tazacorte.

Don Juan Bautista Lorenzo, cuando hace el inventario de las imágenes que se veneran en la iglesia, refleja lo siguiente: “1º. La de Ntra. Sora de la Encarnacion, de talla, que el Obispo Dn. Fray Vicente Peraza, en su visita hecha en 11 de diciembre de 1522 mandó traer de Flandes, de lo que se encargó Jácome Monteverde…”

La Virgen, bellísima y elegante escultura de madera policromada de 105 cms de alto, fue colocada en su altar el 8 de mayo de 1525. Fue entronizada en una especie de retablo-escenario que se cerraba con dos puertas que, en pintura, representaban a Santa Catalina y “Santa Bárbola” (Santa Bárbara). 

Esta efigie, junto a San Gabriel, fechada en el primer cuarto del Quinientos, presenta ciertos arcaísmos que nos hablan del gótico en los talleres de Amberes, evidentes en los plegados de gusto eyckiano. 

Conforme a la iconografía habitual del tema de la Anunciación en los Países Bajos, la escena se desarrolla en el interior del aposento, donde María, de pie, ante una mesita con un atril y una librería con 17 volúmenes de madera, medita sobre la lectura de un texto sagrado, que comienza: “O radix lesse, qui stas…” (Antífonas Mayores de Vísperas de los días 19 y 23 de Diciembre). 

En ese instante es sorprendida por la súbita irrupción de San Gabriel que, con las alas aún desplegadas y los ropajes sacudidos por la velocidad, se ha arrodillado en una nube para transmitirle el mensaje divino. 

Las palabras del Papa San León Magno quedan materializadas en esta escena: “No sólo ante nuestra memoria sino que en cierto modo ante nuestros mismos ojos, tiene lugar el coloquio del ángel Gabriel con María, llena de estupor; y aquella concepción por obra del Espíritu Santo, en la cual tan admirable fue la promesa que le anunció, como la fe con que ésta fue creída…”

La apariencia del Arcángel es de un hermoso joven imberbe, cabello largo y rubio, que porta sus atributos característicos: palo de mensajero o cetro dorado con pomo floreado, dedo índice levantado en actitud de hablar, y filacteria con las primeras palabras del Ave María. Está arropado por una capa sujeta mediante un broche de orfebrería trilobulado. Sus cabellos pegados en la coronilla a modo de casquete, se abren en bucles hacia las puntas.

La hermosa Virgen, cuyo cuerpo se quiebra en un gótico zig-zag, va ataviada con un hábito de escote cuadrado, típico en la indumentaria femenina nórdica de las primeras décadas del s. XVI, y un magnífico manto recogido en diagonal por delante, que describe unos duros pliegues inspirados en los Van Eyck. Su semblante es juvenil, con frente abombada, cejas altas y ojos de mirada baja, velados por amplios párpados, enmarcado por una larga cabellera cayendo en mechones semiondulados sobre el busto.

EL TABERNÁCULO – ESCENARIO

Ambas tallas se integran en un marco arquitectónico, un interior flamenco que, a su vez, fue embutido en el nicho central de un retablo barroco de 1740, con pilastras almohadilladas y estípites en el ático que, por primera vez, aparecieron en la carpintería sagrada de La Palma.

En el archivo parroquial se encuentra “Un Dizeño para retablo”, obra probable de Bernabé Fernández (1674-1755), dibujo a tinta sobre papel de 1730, considerada la única planta o traza para retablo que se conserva en la isla. 

La familia benefactora de la ermita, los Vélez y Guisla, trataban de construir un nuevo retablo mayor que acogiese en su centro el magnífico y antiguo tabernáculo-escenario con la teatral representación escultórica de La Anunciación, único retablo-hornacina que ha perdurado en Canarias del s. XVI. Nunca llegó a ejecutarse.

Ya aquí había trabajado, si bien como dorador, hacia 1642, el Maestro Antonio de Orbarán. El actual retablo se data en las cuentas de 1768, especificándose, como nos recuerda el profesor Trujillo, “los nombres de carpinteros, como por ejemplo, Antonio Luis de Paz o Pedro Lorenzo del Rey que con Miguel de la Concepción, realizan en él los pintores- doradores Tomás Rege y Cayetano González”. Ambos maestros habían trabajado también en los retablos de la nave en 1762, como asimismo el primero realizó la policromía de algunas imágenes de esta ermita. Continúa aquel profesor en su estudio informándonos acerca de que el precioso retablo mayor, trabajado con madera de viñátigo y tea, al igual que los de la nave, conserva en su nicho principal “el grupo escultórico gótico-flamenco del retablo antiguo, que se trajo de Flandes en los años anteriores a 1525, representando la Anunciación o Encarnación”. Considera ésta una prueba más del intenso comercio de Canarias con aquella parte de Europa, desde fecha tan temprana.

MEJORAS EN EL TEMPLO

En 1700 se obtuvo licencia del Obispo Vicuña para levantar la capilla mayor y su arco “para la hermosura del templo y más desente culto de la Santa Ymagen”. Los muros, del s. XVI, fueron recrecidos y se hicieron los escalones de piedra del prebisterio. Se elevó y se acrecentó la nave y se labraron tres arcos de cantería, dos para los altares colaterales y otro para la puerta del coro. 

En 1733, las cuentas detallan el costo de la espadaña, los balaustres torneados del coro y dos pilares par sostener la viga maestra, “con sus bazas de cantería que se trageron de Los Christianos.” En los años 70 se trató de construir otra espadaña con tres campanas, idea que fue final y afortunadamente desechada, no sin antes haber suscitado lógicas polémicas.

En 1704, el mayordomo don Juan Vélez obtuvo del Obispo de Canarias, Ilmo. Sr. Vicuña, el permiso para la fabricación de un cuarto sobre la sacristía, para habitarlo él y las personas de su voluntad. Más tarde abrió tribuna en la capilla mayor y que “esto fuese por el tiempo de la voluntad del ordinario”. Aún pervive la delicada celosía, todo un símbolo de rango y ostentación nobiliar de pervivencia mudéjar. 

El importante patrimonio histórico y artístico que la Iglesia Católica posee en La Palma está siendo objeto de un profundo estudio para la ejecución de obras de restauración y conservación, tras los acuerdos alcanzados por el Obispado con el Cabildo Insular y ayuntamientos palmeros en los últimos años. De ese modo, la preciosa iglesia de La Encarnación pudo ser restaurada para la Bajada de La Virgen de 2005 y lució en todo su esplendor.

ARQUITECTURA

Aunque en la actualidad tiene el rango de parroquia –desde el 14 de mayo de 1963 - no ha perdido su carácter de edificación humilde: una sola nave (de 16 mts de longitud y 7 mts 45 cm de ancho) y capilla mayor ligeramente rectangular (6 m por 8 mts 86 cms). En su interior muestra paredes encaladas y cubiertas mudéjares, en artesa una y de cuatro faldones, la otra.

RESTAURACIÓN DE LA IMAGEN

El licenciado Juan Antonio Vélez y Cubillas, mayordomo de la ermita, descargó en las cuentas que dió el 11 de enero de 1706 “doscientos y treze reales dados a Bernardo Manuel por aderesar la Ymagen de Ntra. Sa. Y ochenta Reales de çinco libros de oro que fue necesario para ello”. La imagen estaba bastante deteriorada ya que era constantemente revestida con mantos y telas como si se tratara de una escultura de candelero. 

Así, don Miguel Monteverde, en sus Noticias sobre la fundación y cosas referentes a la Ermita de Ntra. Sra. de La Encarnación, manuscrito inédito fechado en 1855, escribe lo siguiente: “Como la vestían hasta de negro, según las Festividades de la Yglesia, la maltrataron tantoque en 1568 y 1665 fue preciso que la barnisasen y dorasen de nuevo…”. 

TESOROS DEL TEMPLO

Se conserva en este bello templo un pequeño órgano positivo de mesa u organito de calle, procesional, que fue del monasterio de Santa Catalina de Siena y que es el más antiguo de Canarias, fechado en 1620. Se ha restaurado en el año 2007 ya que presentaba un lamentable estado de deterioro y abandono. Hasta hace algunos años se guardaban sólo algunas colgaduras de tafetán carmesí de seda de Granada con listas amarillas que cubrían interiormente la ermita en las solemnidades, traídas de Sevilla hacia 1705; otras obras de orfebrería, como un cáliz de plata con elementos gótico-renacentistas (1530-1540), otro de tipología cortesana (1729-1730), un ara de jaspe verde (1584), una cruz de altar de origen mexicano, cubierta de madreperla (1700), un cuadro de Jesús Nazareno (regalado en 1830 por don Miguel de Monteverde), un “apostolado” del s. XVIII; la corona imperial de plata sobredorada de la Virgen y un manto de “hoyas de oro azul con puntas de oro”, ambas donadas por María Nieves Pinto y Vélez; un manto de florón azul (de Francisca Vélez), otros ricos mantos (datados en 1618, 1642, 1672, 1706, 1736, 1757-68), una luna de plata y diversas joyas (1574, 1637, 1700, 1810); la paloma del Espíritu Santo en plata del altar mayor, y así un largo etcétera. Sería conveniente hacer con urgencia un inventario para conocer realmente cuáles de estos tesoros han llegado a nosotros y cuáles han sucumbido por desidia, deterioros, robos, etc.

Numerosos ornamentos fueron regalados en cláusulas testamentarias y donaciones de vecinos, etc. Por ejemplo, Simón Florencio Rodríguez Montero -Comisario de la Inquisición y Beneficiado de El Salvador- había dispuesto que el cáliz que poseía en su oratorio privado, fuese enviado a esta ermita.

Las hornacinas laterales de los retablos de Santa Lucía y San Pedro Bautista están decoradas por unas bellas pinturas de santos y santas, obras del músico y pintor Tomás Rexe Méndez, organista de la parroquial de El Salvador. 

Entre las dádivas de los hermanos Juan Antonio y Felipe Vélez y Guisla, benefactores de la ermita, figuran las magníficas andas de baldaquino en madera de viñátigo doradas de la Virgen “que dio de limosna la casa”. También han sido restauradas recientemente. Este bello trono procesional había estado todos estos años guardado y desarmado en un almacén en espera de que se inicie nuevamente la antigua tradición de la multitudinaria procesión de la Virgen hasta “Los Pasitos”, en la noche de la víspera de sus fiestas y hasta la antigua Residencia Sanitaria de Nuestra Señora de Las Nieves (en la Dehesa) en el día 25 de marzo, su Onomástica. Mucho antes, incluso bajaba la Cuesta de su nombre. La procesión discurría bajo el estruendo de los vistosos fuegos artificiales y bonitas loas, ofrecidas por un barrio, antiguamente unido y engalanado para la ocasión. Dentro de estas andas, la Virgen era entronizada en un magnífico sotabanco al que se le llenaba de búcaros con azucenas blancas y largas velas encendidas.

Lamentablemente todo esto es historia. No hay ni fiestas ni procesión.

ESCULTURAS

En cuanto a esculturas, el templo, elevado a parroquia en 1968, posee un variado legado: una pequeña talla del Niño Jesús y una arquilla de madera calada y policromada, ambas piezas donadas en 1737 por una esclava liberta del señor de Lillout y Zuitland, Nicolás Vandale Massieu; un San Lázaro (escultura en madera sobredorada y policromada de 74 cms. sin peana; una talla popular y medievalista de 1553 dada en 1568 por don Amador Gómez ); una Santa Rita (inventariada en 1745); un San Pedro Bautista (talla de candelero de 33 pulgadas de alto, colocada en 1705. Única representación en Canarias de este Santo. Es curioso reseñar que existía una tradición – recogida por Monteverde y Benítez en el inventario de 1855- que ponía al santo en su gentilicio, como natural del término municipal palmero de Puntallana, considerándose entonces el primer Santo Canario. El religioso franciscano realmente era abulense, de San Esteban del Valle de donde es patrón); una imagen de Santa Lucía (obra de artistas locales, inspirados en modelos flamencos. c.1700) que sustituía una anterior por ser un “bulto de madera antiguo defetuoso en su escultura”, que se había colocado en su retablo en 1537; las efigies de San Felipe y San Juan Bautista (donadas en 1736 por el vicario Alfaro Monteverde y su sobrino Juan Antonio Vélez y Guisla), etc; un magnífico Crucificado (modelado en pasta de papel por don Manuel Díaz. Es de tamaño natural y data de 1863, aunque la cabeza fue tallada en madera posteriormente por el artista palmero Aurelio Carmona); una Virgen de la Caridad del Cobre (Patrona de Cuba, donada en 1968 por emigrantes cubanos), etc.

José G. Rodríguez Escudero


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