Las viejas fortalezas de la capital insular serán las protagonistas de la tercera sesión del seminario “Arquitectura militar de una ciudad atlántica: historia, urbanismo y patrimonio de los castillos y fortificaciones de Santa Cruz de La Palma”. El análisis y restauración de los viejos castillos centra la atención de la jornada que se celebrará a partir de las 19:00 horas en la Casa Principal de Salazar.
Abrirá la velada el arquitecto Rafael Daranas Hernández, redactor del Plan General de Ordenación Urbana de Santa Cruz de La Palma, quien expondrá la situación de las antiguas fortificaciones en el actual marco urbano del municipio.
La sesión se completa con una serie de intervenciones en la que se analizarán los distintos castillos que constituían la defensa de la capital palmera. En estas comunicaciones se abordará tanto la arquitectura, como la arqueología de los antiguos baluartes.
Con este fin intervendrán el profesor de historia José López Mederos, quien estudiará el Castillo Real de Santa Catalina; el cronista oficial de Santa Cruz de La Palma, Manuel Poggio Capote, y el exdirector del Museo Naval, José Feliciano, quienes se ocuparán de la Portada Sur, y los investigadores Manuel Lorenzo y Manuel Garrido, que tratarán acerca de el Castillo de Santa Cruz del Barrio del Cabo y la Portada Norte.
Asimismo participarán el historiador del Arte, Juan Gómez-Pamo Guerra del Río, quien examinará el Castillo de San Miguel del Puerto y sus escudos heráldicos, conservados en la actualidad en la Real Sociedad Cosmológica; José Guillermo Rodríguez Escudero y Manuel Poggio, cuya intervención se centrará en la descripción del torreón de la pólvora de Calcinas, y, por último, Víctor Montesino Piñero, quien será el encargo de mostrar la historia y los restos del desaparecido Castillo de San Carlos en Breña Baja.
Organizado por el Cabildo de La Palma, este seminario tiene como objetivo el análisis de la realidad histórica de la capital palmera como población oceánica. Conviene recordar que desde el siglo XVI, Santa Cruz de La Palma quedó configurada como una urbe eminente marítima con dos plazas principales, una de ellas junto al muelle y de naturaleza comercial, así como toda su línea litoral protegida por hasta once fortificaciones.
