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sábado, 4 de julio de 2009

Nuestra Señora de Candelaria y su almenada e histórica ermita en el pago de Mirca - Santa Cruz de La Palma

Esta bella y acicalada ermita, ubicada en el pago capitalino de Mirca, que costeó de su propio caudal el Maestre de Campo de las Milicias Insulares y Alguacil Mayor de La Palma, don Andrés Maldonado, la dedicó a Nuestra Señora de Candelaria, San Andrés- patrono del fundador- y San Bernabé.

Después del pueblo norteño de Tijarafe, el pago santacrucero de Mirca consagró el segundo templo palmero a la Purificación de María.

El caballero fundador de la ermita, Andrés Maldonado, fue un acaudalado comerciante que había hecho una enorme fortuna mediante el tráfico de vinos y esclavos. Otorgó en 1626 poder en razón del pleito que seguía contra los bienes y herederos de Gaspar González de los Reyes, “que pereció en la mar viniendo de La Hauana para España, por naufragio que le subçedió, por ayer cobrado el proçedido de las pipas de vino, esclavos y otras cossas míos propios que los reçebió, vendió y administró”.

Así mismo fue mayordomo de fábrica de la Iglesia Parroquial de El Salvador de esta capital bajo cuya administración se construyó la magnífica capilla mayor. También lo fue de la casa-hospital, entre 1603 y 1610, a la que donó en 1614 una cruz de plata que había costado en Sevilla 1.650 reales.

Después de acabar con la construcción de la ermita, en unos terrenos de viña que poseía en una hacienda de Mirca, el provisor del Obispado, el licenciado Ruiz de Alarcón, “hallándose decente”, autorizó y dio licencia para la celebración de la misa el 3 noviembre de 1626. Lorenzo Rodríguez, alcalde constitucional de la capital palmera, escribe que fue el mismo día y mes pero distinto año: 1623.

Para celebrar en ella, fundó una capellanía perpetua de una misa todos los domingos y señaló de limosna 3 reales y medio por cada una, para lo que destinó el importe de dos tributos. Así lo dejó escrito en su testamento, otorgado en 1629, a fin de atender las necesidades espirituales de los vecinos. Fue servida regularmente por los religiosos franciscanos.

Juan Bautista Lorenzo, en su obra Noticias para la historia de La Palma, explica: “El Don Luis Maldonado, primer patrono de esta ermita, agregó este patronato a la vinculación que hizo del décimo de Argual. Testamento ante Juan Alarcón en 2 de Mayo de 1659”.

Como en la partición de sus bienes no se hallaron bastantes para la ejecución de este legado, puesto que los tributos asignados habían tenido que darse en pagamento de ciertas deudas, los partidores señalaron la cantidad de 4.000 reales para que, con los 200 que rentasen, se pagaran 182 por las misas y los 18 restantes para los reparos del templo. Con este cargo se adjudicó la hacienda de Mirca a María Maldonado y Monteverde, esposa del genovés Juan Ángel Poggio, Maestre de Campo de La Palma.

El patronato de esta ermita recayó con posterioridad en sus herederos, los Poggio Monteverde, quienes disfrutaron desde 1679 del privilegio de poseer oratorio privado en las casas de la hacienda. Fue concedido por el Papa Inocencio XI al licenciado Juan Bautista Poggio Monteverde –el célebre poeta y dramaturgo- y a su hermana Petronila Poggio a título de nobleza y enfermedades.

Ambrosio Poggio, descendiente también de Luis Maldonado, es inicialmente confundido por Lorenzo Rodríguez, como el fundador de la ermita. Más tarde corrige este error donde también amplía que Poggio, patrono también de la iglesia, fundó allí una capellanía de misas rezadas en los domingos del año.

La ermita pasó por momentos de ruina y abandono. Tal es así que en 1672 se encontró “muy maltratada y caídas en parte las paredes, de suerte que no se podía celebrar en ella”.

Tras una serie de actuaciones y mejoras, en 1681 el célebre licenciado Juan Pinto de Guisla, Visitador eclesiástico, la halló “de mejor calidad, pero el suelo sin ladrillar, como a estado siempre desde que se fabricó, excepto la peana del altar”.

Sobre las celebraciones que se hacían en honor de la Virgen, concretamente en el día de la Purificación, “por su deuoción, nombrando para cada año dos o tres que cuiden de dicha fiesta con mayordomos y se haze con sermón y procesión con la ymagen de Nuestra Señora de Candelaria, que es de talla, en andas…”

El sacerdote recibía, según se cuenta en 1733, “dos ducados y la cera del altar, para lo cual esta se labrada tan delgada que se faltaba a la decencia”.

La querida y venerada imagen de la Virgen de Candelaria es una pequeña talla de madera dorada y policromada del primer tercio del siglo XVII, a la que se adorna con ampulosos ropajes y gran manto, joyas, corona imperial, una vela bellamente decorada, etc. Es coetánea de la consagración del recinto y, junto con el Niño Jesús que porta en su brazo izquierdo es, sin duda alguna, su pieza más valiosa.

Las fiestas en honor a la Patrona de Mirca se celebran todos los años en su onomástica, 02 de febrero, siendo éstas de un marcado carácter religioso.

A principios del mes de julio tienen lugar las Fiestas Mayores, con un amplio programa de festejos, en el que se incluye la Romería de San José, verbenas, actuaciones folklóricas, actos deportivos, culturales, fuegos artificiales, etc. Es en esta época del año cuando hay más visitantes y es cuando los jóvenes estudiantes del pago capitalino regresan para disfrutar de sus vacaciones. También hay un mejor clima que en febrero, para así desarrollar los actos sin los incidentes que pueden ser producidos por las lluvias y el viento.

En la demarcación del Real Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves, además de esta Parroquia, existían otras dos iglesias en los términos de Mirca, la de Nuestra Señora de Candelaria, y en Velhoco, la de San Vicente Ferrer. Sus respectivos vecindarios, con el apoyo del Rector del Santuario de Las Nieves, don Pedro Manuel Francisco de Las Casas -iniciador entusiasta de ambas instituciones-, elevaron solicitud al Sr. Obispo de la Diócesis Nivariense para la concesión de tales fundaciones. El prelado, don Luis Franco Gascón, respondió positivamente mediante decreto episcopal fechado el uno de febrero de 1977, Víspera de la Onomástica de la Virgen de Candelaria.

Junto a la carretera y en un agraciado recinto almenado –ampliado recientemente como plaza- la ermita de Candelaria, como la inmensa mayoría de las de La Palma, dispone de espadaña, en este caso con dos campanas y balcón, aquí techado, sobre la puerta principal. Entre 1978 y 1981 se llevó a cabo la reconstrucción de la única nave. Cuenta con sacristía, despacho y dispensario para los vecinos, responsables de la restauración y mejoras interiores, como las cubiertas de madera y el coro.

Podemos admirar en su interior dos óleos de escuela francesa de fines del siglo XVIII en los que se representan a San Andrés y San Bernabé, ambos pintados de medio cuerpo, y que son obra del pintor neoclásico francés Luis Le Gros, residente en Tenerife entre 1796 y 1827.

San Bernabé, que viste túnica y palio como los apóstoles, aparece con un semblante asustadizo, mirando con grandes ojos abiertos hacia su derecha y empuñando un cuchillo. Este atributo personal no es muy frecuente en la iconografía del santo. Se cree que, después de haber sufrido el tormento del fuego, fue decapitado hacia el año 61. Se le suele presentar sosteniendo el Evangelio de San Mateo en la mano, con el que, según la leyenda curaba a los enfermos. También una lanza, cuerda al cuello, sobre la hoguera… Incluso el arte medieval lo llegó a representar con piedras en la mano, con un hacha o cruz… pero no con un puñal.

La ermita posee también un escaño de madera con la fecha 1696 y los nombres de sus donantes, Carlos y Andrés Tadeo, éste último mayordomo del convento de Santa Clara en 1704 y arrendador del estanco de tabaco entre 1707-1709.

José Guillermo Rodríguez Escudero

BIBLIOGRAFÍA:

FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José. Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves. León, 1980
FERRANDO ROIG, Juan. Iconografía de Los Santos. Ediciones Omega, Barcelona, 1950
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia de La Palma. La Laguna- Santa Cruz de La Palma, 1985
PÉREZ GARCÍA, Jaime. Casas y Familias de una Ciudad Histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma. Madrid, 1995
PÉREZ MORERA, Jesús. Magna Palmensis. Retrato de una ciudad. CajaCanarias, Santa Cruz de La Palma, 2000
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