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domingo, 20 de febrero de 2011

Distinción honorífica: (II) Nuestra Señora de Las Nieves, Nombrada Regidora Mayor de La Palma


El Papa Pío XII, mediante Breve Pontificio dado en Roma el 13 de noviembre de 1952, reconoció y declaró el Patronazgo Inmemorial de la Virgen de Las Nieves y de San Miguel Arcángel sobre toda la Isla de La Palma.

La Virgen es una pequeña efigie de estilo románico tardío del siglo XIV (hay investigadores que aseguran que pertenece al siglo XIII) y se muestra sobrevestida para su culto. Varios estudiosos, entre los que se encuentra el prestigioso profesor palmero Pérez Morera, han considerado su posible origen sevillano. El desaparecido y polifacético artista Fernández García escribió: es “una obra gótica con reminiscencias románicas”. Mide 57 cms. y está realizada en barro cocido, material con el que modelaron sus esculturas los artistas flamencos o franceses activos en la ciudad hispalense en el siglo XV. Hernández Perera nombraba como ejemplos de ellos a Lorenzo Mercadante o Miguel Perrín. El investigador palmero Martín Sánchez ha publicado un minucioso estudio sobre el imaginero Lorenzo Mercadante de Bretaña en el que le atribuye la autoría de la milagrosa imagen. Otros estudiosos, como el Marqués de Cubas en 1694, señalaban que es de “barro portugués con letreros en la orla o manto que no pueden leerse”. También es curioso señalar que la beata María de San José, en 1680, tuvo la revelación de que la imagen de la Negrita había sido formada por los ángeles del cielo de “la columna en que fue azotado el Señor”

La imagen de la Patrona Palmera fue canónicamente coronada el 22 de junio de 1930 ante una multitud congregada en la antigua Rambla de Cuba, hoy Avenida de El Puente y que en esta edición se cumplen 81 años de este privilegio pontificio otorgado por el Papa Pío XI. En 2005 se colocó una lápida en el lugar de la coronación, recordando el 75 aniversario de la efeméride.

La concentración espiritual y majestad icónica que emana del rostro de esta imagen, esquemáticamente idealizado, refleja lo eterno y sobrenatural. Pérez Morera continuaba diciendo que “tal vez a ello se debe la poderosa atracción que ejerce sobre quien lo contempla y la devoción despertada a través de los siglos”. Fray Diego Henríquez en 1714 decía: “el rostro es perfecto y lleno; los ojos, rasgados y abiertos que parecen mirar a todas partes; las mejillas rosadas; el color moreno, no con exceso obscuro; ostenta majestad y mueve a veneración y devoción…”

La Virgen de Las Nieves es la imagen mariana más antigua y que más riquezas atesora de toda Canarias, fruto de la piedad popular.

ASIETA es como también se conoce a la “Morenita”. Es un acrónimo al que se le ha encontrado el significado de “Alma Santa Inmaculada En Tedote Aparecida”, aunque también “Alma Santa Inmaculada En quien Tenemos Amparo”. Según la leyenda, esta palabra estaba escrita, esculpida o dibujada en la espalda de la imagen, aunque también se ha dicho que se hallaba en el fondo de la hornacina del antiguo y desaparecido retablo mayor, e incluso en la orla de alguno de sus riquísimos mantos. Algo que, sin embargo, no se ha podido comprobar.
En el último tercio del siglo XVI se inició la costumbre de cubrir la sagrada escultura con tocas, mantos, joyas y sayas. El progresivo deterioro sufrido por el paso del tiempo obligó a encerrar la imagen bajo una campana textil. Así quedó configurada su iconografía tal y como la conocemos, embutida dentro de una percha triangular de corte barroco. El pueblo la ha venerado siempre bajo esta apariencia y descubrir su interior es un tabú que hasta ahora no ha sido desvelado.

El fervor del pueblo imploraba su auxilio cuando alguna catástrofe asolaba la isla: epidemias, volcanes, langosta, sequías… Uno de los tantos prodigios que se le atribuyen fue el que sucedió en 1646, cuando se extinguió el primer volcán de Fuencaliente, día en que, según recogen las actas del Cabildo, “amanecieron las cumbres de esta isla llenas de nieve”.

La Virgen ha sido trasladada en procesión a la capital palmera en rogativas y celebraciones especiales, rompiendo con la secuencia lustral. Sirvan como ejemplos: en 1630, 1631, 1632 y 1676 por una pertinaz sequía; en 1646 por la erupción del volcán San Martín; en 1659 por una plaga de langosta; en 1678 por el volcán de San Antonio; en 1768 por una epidemia de fiebre catarral; en 1852 por el cólera de Gran Canaria; en 1949 por el volcán de San Juan; en 1966 por la clausura de la Misión Popular en La Palma; en 1993 por el 500 aniversario de la fundación de Santa Cruz de La Palma…

Estos lustros se constituían en días interminables de regocijo particular para el pueblo palmense, “que no dejaba de traer a la memoria aquellos milagros que desde su niñez le contaron, de la cueva en que se recogió toda una procesión de trescientas personas, no siendo capaz de contener cincuenta…”; durante las salvas de bienvenida a la Virgen en la Plaza, una de las piezas de artillería explotó, cuyos pedazos cayeron sobre las tropas y unas mujeres, sin que hubiera desgracia personal; también de una lámpara que en una penuria de aceite ardió incesantemente y aún rebosó; “la nieve que cubrió el volcán de Tigalate en 1646, el otro volcán de 1711 que, a la vista de la Imagen se extinguió”… Viera y Clavijo recordaba también “el incendio de la ciudad en 25 de abril de 1770 que, habiendo empezado a tiempo que se retiraba la procesión a su santuario y llevando ya catorce casas consumidas, se fue apagando desde que retrocedió con la imagen el devoto pueblo…” Testigo de excepción de este último prodigio fue el sacerdote José Momparlé, quien escribía que ante Nuestra Señora “no se incendió ninguna otra casa, aunque habían sido acometidas de centellas y carbones encendidos…” Fue la asistencia de la Virgen “quien libró y preservó el resto de la ciudad del fuego”. La fiesta en honor y gloria a la “Morenita” nace, en definitiva, como rogativa de lluvia por la devoción de los palmeros y su fe en los milagros de su Patrona y profundo agradecimiento por su eterna intersección.

Recordemos que ya la “Gran Señora de La Palma” ostenta el título honorífico de Alcaldesa Honoraria y Perpetua de los catorce municipios: Santa Cruz de La Palma (1942), Los Llanos de Aridane (1964), Fuencaliente de La Palma (1982), Breña Baja (1992), Breña Alta (1994), Puntallana (2004), Villa de Mazo (2005), San Andrés y Sauces (2005), Tijarafe (2005), Villa de Garafía (2010), Barlovento (2010), El Paso (2010), Puntagorda (2010) y Tazacorte (2010). Curiosamente también lo es del municipio tinerfeño de Güimar (1985).

Se puede afirmar que la extensión de todos estos importantes honores por todo el territorio insular no tiene parangón ni precedentes en el Archipiélago Canario, así como tampoco en ninguna otra provincia o comunidad del Estado Español. Por este motivo, se acaba de llegar a un acuerdo unánime por parte de todas las fuerzas políticas del Cabildo Insular. El acuerdo institucional, aprobado el 11 de febrero de 2011, fue el nombramiento de la venerada imagen de Nuestra Señora de Las Nieves, como “Regidora Mayor de la Isla, título honorario que, por su carácter excepcional, no contraviene ningún precepto de la reglamentación de honores y distinciones, en correspondencia con el rango histórico de la devoción mariana a la que se honra”.

José Guillermo Rodríguez Escudero

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Distinción honorífica: (I) Medalla de Oro al Real Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves



Invocada orgullosamente como Patrona de la Isla, el culto a la venerada y amada “Virgen Negra de La Palma”, es el denominador común que aúna a todos los estratos sociales y su Real Santuario, a través de los tiempos, se ha erigido como el principal centro devocional palmense.

El Licenciado Pinto de Guisla así lo mencionaba en 1681: “su ermita era el primero y principal santuario de esta ysla, que la tiene por patrona y en las necesidades más urgentes, así publicas como particulares, se recurre a él por el remedio y quando instan las públicas se llevan a la santa ymagen a la ciudad, donde se le da muy decente culto, resibiéndola con la mayor autoridad y deboción que se puede…”.

También el alcalde Lorenzo Rodríguez deja constancia el 7 de mayo de 1653 de cómo las casas que están destinadas al alojamiento de los romeros en los aledaños de la ermita de Las Nieves quedaron pequeñas para albergar al gran concurso de gentes de toda la Isla, “por ser esta Santa Imagen el amparo de toda esta isla y de sus moradores y las continuas obras milagrosas que hace Dios Nuestro Señor por su intercesión”.

Los orígenes de su culto se pierden en un pasado tan remoto como oscuro, y ha sido motivo de debate insular en todo tiempo.

La tradición piadosa sitúa a la imagen en la Isla antes de la Conquista, emprendida por Alonso Fernández de Lugo el 29 de septiembre de 1492 y concluida el 3 de mayo del siguiente año. En el protocolo de la anexión de Benahoare (nombre prehispánico de La Palma) a la Corona de Castilla se fijaron ambas fechas: la primera –onomástica del Arcángel San Miguel- para la llegada a la costa de Tazacorte de las huestes castellanas, y la segunda –onomástica de la Santa Cruz- para la conclusión de la empresa militar y fundación de la Ciudad de Santa Cruz de La Palma.

Efectivamente, una antigua tradición -recogida en el siglo XVIII por el erudito Viera y Clavijo-, señala que la Virgen estaba en la Isla antes de la llegada de las tropas castellanas y que, en una Bula Pontificia del papa Martino V -fechada el 20 de noviembre de 1423, es decir, 69 años antes de la Conquista-, ya se hace mención a una capilla bajo la advocación de “Santa María de La Palma”: Beatae Mariae de La Palma. El primer documento que se conserva con el nombre de esta advocación, es una data del Adelantado fechada el 23 de enero de 1507, en la que se donan algunos solares para la construcción de su ermita. El pequeño santuario ya consta estar construido dos lustros más tarde, si bien de aquella primitiva edificación queda tan sólo el arco de medio punto en la actual sacristía, porque la creciente veneración y las necesidades del culto determinaron mejoras y ampliaciones en 1525 y, ya con la planta actual, en 1646.

Existen indicios para pensar, como dijera el profesor Pérez Morera, “que el santuario fue fundado o superpuesto sobre algún lugar que los aborígenes consideraban sagrado”.

La misma leyenda decía que la imagen había aparecido en una cueva del frondoso monte entre dos caudalosos barrancos y con nacientes de agua, un lugar bello, tranquilo… un remanso de paz que justificó el poblamiento aborigen. Sus habitantes –los awaritas- convivieron con la imagen, procedente de –tal vez- de alguna de las visitas misionales organizadas por el Obispado de Telde, institución documentada por el historiador Rumeu de Armas.

En torno a este primigenio recinto, de una sola nave, se fueron agregando distintas dependencias que, mejoradas y restauradas, han llegado hasta nuestros días: la Casa de Romeros (lugar de alojamiento de los peregrinos, edificada en el siglo XVII), la Casa Rectoral, el Cuarto de los Esclavos (dependiente de una histórica cofradía seglar), las lonjas de despejo, convertidas en magnífico Museo de Arte Sacro, el primero de los promovidos en la Isla y único en su género en todo el Archipiélago, etc.

El santuario entró en el Real Patronato por decisión del rey Felipe IV en 1649, cuando el clero secular y la feligresía se opusieron a la inesperada ocupación del sagrado recinto por los dominicos. Como curiosidad digamos que tiene el honor de haber sido el primer Real Santuario nombrado en Canarias

En la primera visita oficial realizada el 15 de octubre de 1977, S. M. el rey don Juan Carlos I refrendó el título de Real para el histórico templo; y S. M. la Reina doña Sofía, recibió el título de Camarera de Honor de la Virgen, que había aceptado cuando era Princesa de España.

La calidad arquitectónica del santuario y todo su conjunto, la espléndida dotación del templo, con suntuosos retablos barrocos y excepcionales imágenes flamencas, neoclásicas y barrocas, pinturas andaluzas y de escuela canaria, exvotos-pictóricos, la orfebrería –desde el altar trono festivo y las andas de baldaquino de la Virgen a extraordinarias piezas de culto y ornato-, las obras de devoción popular que se custodian en sus dependencias, el fabuloso joyero, los fondos del Museo Insular –dignos de cualquier instalación de referencia internacional-, el valioso archivo documental, etc., todo ello y más, forman un conjunto único en Canarias, celosamente guardado por el rector del Santuario y las activas comunidades parroquiales y cofradías, que cumplen con generosidad y eficacia servicios piadosos, solidarios y culturales en beneficio de toda la Isla.

El Real Santuario Insular es una cita obligada para todos los visitantes que acuden a La Palma. Se trata de un referente único de arte, espiritualidad e historia para todos los habitantes.

Por todo lo expuesto, este sacro recinto ha merecido el reconocimiento y la concesión de honores por la corporación insular de gobierno. En esa consideración, y al amparo del artículo número 5 de Honores y Distinciones de esta Institución Insular, el 14 de enero de 2011 se acordó, por unanimidad de todas las fuerzas políticas, la concesión de la Medalla de Oro de La Palma al Real Santuario. Así, se reconocía su “trascendencia espiritual, cultural y estética y su carácter integrador de los sentimientos de identidad del pueblo palmero acreditados en su larga trayectoria y reconocidos en esta condición por la Iglesia Católica y por la Monarquía española”.

José G. Rodríguez Escudero

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