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martes, 21 de octubre de 2008

Retablo Mayor del Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves - Santa Cruz de La Palma

La influencia lusitana en el quehacer del prestigioso palmero don Bernardo Manuel de Silva (1655-1721) -artista más representativo del Barroco isleño en La Palma y considerado el mejor pintor de la isla- se manifiesta en su faceta de tracista de retablos y en su obra como pintor decorador.

El retablo mayor del Real Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves, Patrona de La Palma, fue diseñado en 1701 por este famoso pintor y escultor. Fue su digna traza la que siguió el maestro de carpintería don Marcos Hernández Duarte y que costó 8.800 reales. Así, en las cuentas dadas en 1712 por el mayordomo don Diego de Guisla y Castilla consta el pago a Bernardo Manuel de Silva de 32 reales “por hacer la planta de dicho retablo”. También lo sobredoró y pintó entre 1712 y 1718.

Vendría a sustituir el antiguo altar mayor, que reemplazaría a otro que ya estaba colocado en 1576 en la venerada capilla. Se trataba de un retablo de madera estofado y dorado hecho de balaustres dorados con siete ángeles. Estaba erigido sobre un altar de piedra con unos azulejos encargados por el Obispo don Sancho de Trujillo, y colocados antes de 1568. De esto da cuenta el 1 de julio de ese año de 1568 don Luis Álvarez de Brito, Regidor, que fue quien presentó las cuentas por haber fallecido su padre, mayordomo de la ermita y con el mismo nombre.

Aún más atrás en el tiempo, encontramos la primitiva ara en 1520, hecho de madera en el que existían unos corporales con sus hijuelas. En 1525 consta que dicho altar era de dos gradas y así se sigue nombrando en inventarios sucesivos.

Consta que en 1649 el maestro Antonio de Orbarán fue contratado por el licenciado Blas Simón de Silva (1596-1680), Teniente General de La Palma, para hacer un retablo “para el altar de la ermita de la santa ymagen de Nuestra Señora de Las Nieves, que está media legua de está ciudad poco más o menos, según la trasa que a de ser y dibujo con que se a de ajustar…” El plazo para acabar la obra, que ya había empezado a hacer, se fijó en dos años y el precio en 2000 reales, además de un tributo de 50 doblas de principal que Orbarán pagaba a Simón de Silva y por el que le debía “333 reales de corridos de cinco años”. Poco tiempo después, en 1647, el artista había decorado y pintado la capilla mayor del santuario. Sin embargo, se ignora si el maestro llegó efectivamente a cumplimentar el encargo.

Más tarde, atendiendo a la dádiva que hizo el capitán don Julián Felipe – fallecido en La Habana en 1683- “de treinta y nueve arrobas y media de tabaco”, para que se vendiera y con su importe construirse un retablo a La Virgen de Las Nieves, el Visitador don Juan Pinto de Guisla, en 22 de diciembre de 1672, dispuso su hechura. Este tabaco fue entregado a Pedro Dávila Marroquí, “estanquero de esta ysla, por presio de dos reales libra, dándosele tiempo para que pudiesse benderlo”.

Subastada públicamente y pregonadas las condiciones en la plaza mayor, la obra fue rematada, el 22 de octubre de 1700, por el maestro Marcos Hernández Duarte, que pujó a la baja en ocho mil reales, modificando su primera oferta de diez mil. El 5 de enero de 1701 se otorgó la escritura contractual por la que se obligó a entregarlo en el plazo de un año. Por este trabajo recibiría tres mil reales en dinero al contado, conforme fuere trabajando y cinco mil en trigo, vino y ropa al precio de las tiendas. Como nos explica el profesor Pérez Morera, “quedó exonerado del traslado de la obra desde su taller hasta el santuario”. El maestro dio por fiador a su compañero y amigo Carlos de Abreu y, según consta en el testamento del doctor Guisla Corona, en 1702 ambos realizarían juntos el trabajo.

El mismo devoto capitán Julián Felipe había donado 300 libros de oro para su dorado, enviados desde Indias, y además se contaba con el donativo del canónigo, el doctor don Juan Méndez de Guevara. En 1698, el Obispo Vicuña y Suazo había dado licencia para construirlo, comisionando para dirigir y administrar la obra al doctor Pedro de Guisla Corona, Vicario de La Palma, con facultad para vender las prendas y alhajas de la Virgen más excusables.

Bernardo Manuel pintó, en los discos de las bandas laterales, motivos a pincel de simbología mariana. El maestro empleó el mismo tipo ornamental que tuvo como motivo básico el tallo envolvente en roleo revestido de hojas, dispuestos en formaciones geométricas y ritmos repetitivos.

Así, en el Libro II de cuentas de Fábrica del Santuario, aparecen las cuentas dadas por el mayordomo Juan de Guisla y Pinto, heredero del difunto Diego de Guisla y Castilla, desde el 31-I-1711 hasta el 31-VII-1718 se lee: “Por dos mil nobecientos y Veinte rreales pagados a Bernardo Manuel de Silva por el dorado del Retablo, que aunque Su Costo pasó de Setecientos ducados el Oro lo tenia la Iglesia de limosnas hechas y Solo se pago dicha Cantidad por el trauaxo y ocupación del dorado”. Para llevar a cabo toda esta obra fue necesario acudir a la ayuda económica de la fábrica parroquial.

La traza de este fabuloso retablo, uno de sus elementos más significativos, se caracteriza esencialmente por su marcado carácter lusitano, de modo que su contemplación trae enseguida a la memoria ejemplares portugueses. Su planta, que corresponde al tipo de retablo-hornacina, no tiene otro ejemplar en las islas que pueda comparársele:”Toda la composición se cierra, sin ático y a la manera lusitana, semicircularmente, dejando a sus extremos una zona horizontal en función de pedestal para dos ángeles músicos”.

Estas magníficas esculturas en madera policromada fueron doradas y estofadas por el artista Bernardo Manuel de Silva entre 1711 y 1718 para este altar. Constituyen un elemento propio poco común en el arte canario. Los ángeles tañen sendos laúdes en el coronamiento de las caras frontales del retablo, sobre el entablamento que sustentan las columnas pareadas. Como dice Castro Brunetto, “su presencia demuestra el empleo de un frontispicio literario como fuente artística, pues en ellos es casi irrenunciable la presencia de una figura, alegórica, simbólica o, simplemente decorativa que animara la escena e insistiese en el mensaje que se pretendía transmitir”.

Al elevarse el techo de la capilla mayor en 1876, el retablo resultó pequeño por lo que se pensó en darle mayor altura. Las cartelas del sotabanco se colocaron debajo de las correspondientes a la predela pero, al no contarse con las que eran necesarias, se sustituyeron por unos paneles pintados con similar decoración. El historiador palmero Fernández García nos informa que “para cubrir el vacío producido por el desplazamiento del sagrario, talló el artista palmero don Aurelio Carmona López las cartelas necesarias, las que quedaron en poder de su familia y su nieta doña María García de Aguiar y que Carmona donó al Santuario”.

El profesor Alfonso Trujillo, en su magnífica descripción de este retablo, argumenta la dificultad artística de poder lograrse dar una mayor altura al mismo, si bien es cierto que no ha existido una solución definitiva, precisamente por conocerse las dificultades que presenta tal elevación.

En las hornacinas laterales que están a ambos lados del gran nicho central donde está entronizada la Gran Señora de La Palma, la Morenita -la imagen mariana más antigua de las que se veneran en el Archipiélago- están colocadas las imágenes del siglo XVI de los mártires San Bartolomé y San Lorenzo. Se hallan inventariadas por primera vez en 1603. En 1779 se menciona que la pequeña escultura del Patrón de La Palma, San Miguel Arcángel, que se hallaba en la concha que aparece en el centro del tablero semicircular, parte alta del retablo, fue donación del Capitán don José Fierro.

Tras la construcción del magnífico retablo nuevo, el antiguo nicho fue vendido en 1719 a la Capilla del Carmen de la Parroquia Matriz de El Salvador, junto con “un sagrario que se sacó del altar mayor” y fue a parar al convento de la Piedad de Los Sauces. Su forma sirvió, no obstante, de antecedente y modelo para la actual hornacina principal, donde “La Morenita” aparece sobre un trono dorado y estofado compuesto por “diferentes esculturas de niños”, rodeada de ángeles músicos y nubes. Los profesores Pérez Morera y Alfonso Trujillo, constatan que “el actual retablo sigue manteniendo en esencia la tipología básica de un retablo-hornacina concebido en función del nicho o tabernáculo de la Patrona de la Isla”.

José Guillermo Rodríguez Escudero

BIBLIOGRAFÍA:

CASTRO BRUNETTO, Carlos Javier. “El mensaje de los retablos: Tres ejemplos en Santa Cruz de La Palma”.
FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José. Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves, León, 1980.
PÉREZ MORERA, Jesús. Silva. Bernardo Manuel de Silva, Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1994.
- Idem. Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad, CajaCanarias, 2000
TRUJILLO RODRÍGUEZ, Alfonso. El retablo barroco en Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1977.
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