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jueves, 29 de enero de 2009

LA VIRGEN DE CANDELARIA DE TIJARAFE

La Santísima Virgen María bajo el titulo de La Candelaria es una de las advocaciones más veneradas en el Archipiélago Canario, el cual se honra en tenerla como Patrona. En la Isla de La Palma esta advocación no es muy común. Solo existen cuatro imágenes de esta representación en las diferentes parroquias y templos de la isla. Se localizan en Santa Cruz de La Palma, más concretamente en el barrio de Mirca, en donde se levanta un templo en su honor; en Los Llanos de Aridane, en la Parroquia de Los Remedios; en Puntallana, en su parroquia de San Juan Bautista; y la más importante en Tijarafe, que la guarda como Patrona y titular de su parroquia.



La Virgen de Candelaria de Tijarafe

Sabemos que desde sus orígenes, por la arraigada devoción hacia esta advocación mariana, este municipio se llamaba indistintamente Candelaria o Tijarafe. El desarrollo de esta advocación, presente en todas las iglesias del archipiélago, es una de las de la Virgen en la isla. Actualmente sigue gozando de gran aceptación y sus fiestas se desarrollan con gran asistencia de fieles que acuden de todos los municipios.

Preside el altar mayor, monumental obra del Tijarafero Antonio de Orbarán del primer tercio del Siglo XVII, la talla flamenca de madera policromada y de 1,20 metros de alto de Nuestra Señora de Candelaria. La Fecha más antigua en la que se cita a la Virgen de Candelaria en esta parroquia es el año de 1567.

En esta obra de sonrosadas carnaciones, no llega a establecerse diálogo entre la Madre y el Hijo. La Virgen se limita a presentar al Niño que, parcialmente envuelto en un lienzo, porta en sus manos la pera alusiva al misterio de su Encarnación y un pájaro símbolo del alma del pecador refugiándose en Cristo ( Salmo 123,7) y participando del fruto de la redención. María, con larga cabellera extendida en compactos mechones y adornada con pequeño tocado y tiara sobre la frente, viste hábito de escote redondo ajustado con cinturón trenzado y amplio manto sujeto en el pecho mediante cintas. Sostiene en la mano derecha una Vela de plata, a sus pies también la media luna sobre la peana. Su figura de Canon bastante alargado, apenas se arquea, quedando enmascarado el desplome del cuerpo sobre una de las piernas, por la ampulosidad de los ropajes gruesos que caen pesadamente, desdoblándose al rozar el suelo al estilo de las esculturas pétreas del Museo Comunal de Lovaina. Por ello conviene asignarle idéntica procedencia a la imagen Tijarafera y por tanto fecharla en el Primer tercio del Siglo XVI. A simple Vista se observa que ha sido muy retocada. Se Venera con corona, aureola, luna de plata, candela y manto.

La Imagen de Nuestra Señora de Candelaria, es una talla hueca, realizada en madera de roble, con tapa posterior y peana no original. La tapa es lisa y el pelo esta pintado por encima. Posee pernos metálicos en ambas figuras para sujetar las coronas. Destaca el tallado del pelo del Niño con rizos, al igual que el niño de la Virgen de Los Reyes de la Iglesia Parroquial de San Blas de Villa de Mazo. El cabello de la Virgen es esquemático y en zigzag en la zona posterior y cae en bucles en la cara anterior. El cabello está transformado y aumentado y la coronilla de la Virgen esta tallada para recibir la corona.

Esta Imagen aparece totalmente repolicromada con tratamiento de estofado en el manto y en el vestido y de color verdoso en la tapa posterior. El Cabello está repolicromado ocultando probablemente el oro y en la tapa de la espalda se muestra pintado imitando los bucles de manera ilusionista. Es posible que el escote original tuviese otra forma.

Al Soporte se le han practicado varios agujeros para vestir y colgar joyas a la Virgen, así como dos pernos para las coronas de ambas figuras. El tallado del pelo de la Virgen puede estar remodelado. La repolicromia se encuentra alterada, muy oscura y con leves pérdidas y las carnaciones están pintadas al igual que el resto de la imagen.

La tapa posterior y la peana son añadidos posteriores, además de los elementos de plata (corona, luna y limbo). La última intervención se realizo en 1973 con motivo de una campaña de restauración realizada por Julio Moisés García de Rueda y Pilar Leal.

Se trata de una imagen muy intervenida consta en los libros de la parroquia que desde 1568 se invirtieron 1000 maravedíes en el aderezo de la talla y 2688 en un manto de tafetán azul. Igualmente consta en los sucesivos inventarios parroquiales el incremento de ajuar y alhajas.

El Ajuar es algo prácticamente esencial en cada una de las diferentes representaciones de la Virgen. En lo que respecta a la imagen de La Virgen de Candelaria posee un cuantioso número de alhajas, todas ellas de gran valor, destacando los preciosos sarcillos que luce en las grandes solemnidades. Son también de destacar las preciosas cadenas de oro regaladas por su pueblo a modo de devoción y pleitesía, la gran mayoría de estas cadenas son colocadas sobre la imagen del Niño Jesús. Es también digna de mención la Candela de plata canaria que la virgen porta en una de sus manos, así como las coronas de la virgen y el niño, realizadas en plata casi con toda seguridad en la isla.

Otro elemento fundamental son los mantos o vestidos. Entre la gran colección que posee esta imagen, son de destacar los mantos de terciopelo bordado en hilo de oro de color verde esperanza, otro de color rojo pasión, uno blanco, que es el que normalmente utiliza en las procesiones, y uno precioso de color azul marino con detalles florales bordados en la parte trasera del mismo.

Si fundamentales son las joyas y los mantos no lo son menos las andas de baldaquino. La Virgen de Candelaria tiene un precioso y sencillo baldaquino en pan de oro de estilo barroco. Esta compuesto de una sencilla base, donde va la imagen, y cuatro columnas salomónicas, que son las que soportan el peso del techo y el resto del trono. Acompaña al baldaquino el sol o mandarla realizada en madera sobredorada. Se tienen datos de que en año 1876 se lleva el sol a Santa Cruz de La Palma para arreglarlo y que Ricardo Álvarez lo doro de nuevo. Este Sol junto con el baldaquino también es utilizado por la imagen de La Dolorosa para los desfiles procesionales de la Semana Santa.

Alcaldesa Honoraria y perpetua

Dentro del gran cariño que los Tijaraferos sienten hacia su patrona, el mayor reconocimiento posible fue la concesión a la sagrada imagen del titulo de Alcaldesa Honoraria y Perpetua del Municipio, otorgado por unanimidad por la Corporación Municipal en sesión ordinaria celebrada el día 2 de agosto del año 1993. Siendo entregado por el Alcalde-Presidente del Consistorio, el Ilustrísimo Señor Don Juan Manuel González Luis, el bastón de mando y demás atributos, junto a un precioso pergamino que se conserva en una de las paredes del templo y cuyo texto aquí reproducimos.

El Ayuntamiento de Tijarafe honra a la imagen
de Nuestra Señora de Candelaria
Con el titulo de Alcaldesa honoraria y perpetua de Tijarafe

Haciéndonos eco del sentir de nuestro pueblo, en consideración de los valores religiosos que concurren en la imagen de nuestra señora valorando los aspectos devocionales que dicha imagen tiene para Tijarafe. Este ayuntamiento acordó en sesión ordinaria celebrada el día 2 de agosto de 1993, honrala con este nombramiento.
Tijarafe (La Palma) 29 de Agosto de 1993.


Las Fiestas de Candelaria:

La Virgen de Candelaria tiene una doble festividad, una el 2 de Febrero (Festividad Litúrgica), y la otra el 8 mes de Septiembre.

La festividad litúrgica comienza los últimos días del mes de enero y concluyen el día 2 de febrero con la celebración religiosa. Los actos que se desarrollan en ella son de tipo cultural, lúdico y religioso, destacando la Procesión de Las Candelas, por las empedradas calles tijaraferas en la tarde del día 2 al concluir la misa solemne.

Las Fiestas Patronales comienzan sobre el día 20 de Agosto y Concluyen el día 8 de Septiembre (Natividad de La Virgen). En estas fiestas se realizan actos de todo tipo como: exposiciones, eventos deportivos, romería, fiesta de arte, gala de elección de la reina de las fiestas, verbenas, etc. Y los tradicionales actos de carácter religioso como el triduo solemne y procesión.

Dentro de los festejos destaca la tradicional suelta del Diablo que tiene lugar en la madrugada del día 7 de septiembre, Víspera del día de la Natividad de María, en las que el diablo enfurecido ante el nacimiento de la Madre de Dios, muestra su desagrado en forma de cientos de voladores que salen de su cuerpo hasta que queda desarmado y huye hasta el próximo año. El bien ha vencido al mal. Podemos decir que es la fiesta más popular después de las realizadas en honor de la Virgen de Las Nieves.

El Día 8 de septiembre tiene lugar la procesión de La Virgen por las calles de la localidad, acompañada de su cofradía de damas, autoridades civiles y eclesiásticas y una multitud de fieles, que se agolpan sobre su trono con el fin de cargarla y cumplir sus promesas. Al retorno de la Virgen se realiza una parada para escuchar la hermosa Loa en su honor con letra de Doña Demetria Rodríguez y música de Tino Cabrera.


Loa En Honor de La Virgen de Candelaria

En trono de nubes de nieve y de ámbar.
Orlada de flores de estrellas cercada
La Virgen María divina se alza
Divina se alza miradla que bella
Que pura y que casta

Los Ángeles bellos batiendo sus alas
En torno a su reina ya vuelan ya pasan
Ya giran graciosos ya besan sus plantas
Que bella es María que pura y que casta.

Semeja la luna su dulce mirada
Que clara y tranquila por sus labios baja
Celeste sonrisa purísima y casta
Que en leve suspiro parece trocada

Su voz es tan suave cual roce del ala
De tierna avecilla que vuela en la rama
Cual leve y sentido suspiro del Áurea

Que bella es María que pura que santa
Que bella es María que pura que casta.


Al concluir la Loa tiene lugar una gran exhibición pirotécnica, mientras la sagrada imagen entra triunfalmente en su templo entre los aplausos y piropos de sus devotos.

Iván Rodríguez Sánchez
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jueves, 15 de enero de 2009

San Antonio Abad: El Señor de Los Animales

Iconografía, arte e historia en la ermita palmera de San Sebastián.

La tradición religiosa ha sido especialmente propensa a asignar a cada santo o advocación, cualidades especiales de patrocinio sobre grupos sociales, zonas, oficios, etc., y a considerar su protección contra los variados peligros que amenazan al ser humano. La figura de San Antonio Abad como patrón del ganado se deriva, probablemente, de su condición de santo antipestoso y, por ende, santo protector de los animales. Por este motivo es acompañado por un cerdo, especie sobre la que tenía singulares poderes curativos. La iconografía de este santo anciano es muy variada y no se limita sólo a esta faceta intercesora. Entre los pasajes de su vida ermitaña sobresalen varias tentaciones que le atormentaron en el desierto, a semejanza de Cristo. Se han interpretado por lo general como alucinaciones de un solitario agotado por el ayuno y la vela. Recordemos el lienzo de El Bosco (1450-1516) que se conserva en el madrileño Museo del Prado titulado Las tentaciones de san Antonio.

Otra representación pictórica digna de mención, ya en Canarias, la encontramos en la iglesia de Nuestra Señora de Las Nieves, en el término municipal grancanario de Agaete. En la tabla izquierda del tríptico flamenco –obra de Joos van Cleve (1490-1540) y conocido como el retablo de Antón Cerezo- se representa al santo ermitaño, patrón del donante. El óleo sobre tabla mide 117 x 54 cms. y está fechado entre 1535 y 1537. El venerable anciano –cubierto por ropa talar y una gran capa negra con capucha- camina descalzo por un frondoso paraje en unión de su inseparable cerdo con una campanilla o esquila en la oreja. El santo desgrana con su mano izquierda un grueso rosario de cuentas translúcidas asido a su cinturón mientras que con la derecha porta una larga y fina vara rematada por una cruz en tau en la que se apoya al andar.

También en la escultura ha tenido mayor difusión su representación aislada como anacoreta –tras haber entregado su fortuna a los pobres-, provisto de cayado o bastón, portando un libro y siempre seguido por un puerco. Este hombre santo decía: “El que permanece en la soledad se libera de tres géneros de lucha: la del oído, la de la palabra y la de la vista. No le queda más que un solo combate: el del corazón”.

En otras épocas se le invocaba también para librar la peste de los animales, de ahí que se le represente con un cerdo a sus pies. Como en este caso, y como norma general no exenta de excepciones, los atributos de respetable tamaño, como un gorrino, son representados en tamaño reducido. Esto sucede para evitar que estorben en el altar o en el trono y no resten importancia a la imagen del santo. Son meros símbolos. No excede las medidas de un simple conejo con relación a la imagen del santo. Los atributos, en definitiva, son para conocer las imágenes, no para sembrar confusiones.

Esta advocación posee algunas representaciones en la Isla de La Palma. Un ejemplo lo encontramos en la ermita de San Sebastián de la capital palmera, Patrón de la Salud Pública. Esta capilla ya existía en 1535 y había dado nombre al barrio, de carácter popular, configurado en torno al camino que comunicaba a esta ciudad con las Breñas y la banda de Los Llanos. En ella, además de la talla flamenca del siglo XVI de su titular, el flamante y glorioso San Sebastián, se contaba –y se cuenta- con otras dos advocaciones antipestosas veneradas una frente a la otra en los altares colaterales de la única nave de la pequeña iglesia: las tallas de San Roque y San Antonio Abad.

Una representación pictórica de este último ya se hallaba en el mismo templo en la décima visita documentada efectuada el 10 de junio de 1591 por el visitador general del obispado, Licdo. Gabriel Ortiz de Saravia:

“Hallose que la ymagen de Santa Ynés de bulto que solía estar en el altar por no ser proporsionada estaba al presente en casa del mayordomo para aderesarla y en su lugar estaba una tabla debuxado en ella la figura de San Anton, mandose adobar la ymagen”.

San Antonio Abad, además, alcanzó extraordinaria popularidad por su fama como santo curador del llamado fuego de san Antón o mal de los ardientes –erisipela gangrenosa-, la lepra y la sífilis, amén de la peste, el lumbago, las enfermedades de la piel... Además de las magníficas pinturas del techo raso de la capilla mayor, el artista Ubaldo Bordanova también decoró ambos retablos.

Pérez Morera nos informa de que, según consta en 1642, “el señor racionero don Lucas Andrés Fernández, hacedor de La Palma y vecino de la ermita” había mandado la confección de dos retablos –acepción que también se usaba entonces para designar una pintura sobre tabla- para los altares colaterales ya que la ermita por aquella época se hallaba en un lamentable estado de pobreza. Uno se hallaba bajo la advocación de San Ildefonso y el otro el de San Antonio Abad. Cada uno de ellos estaba apreciado en 200 reales y “pintados de limosna” por el afamado artista Antonio de Orbarán.

Así viene escrito en el “Ynbentario” de 27 de febrero de 1642, efectuado durante la visita del Doctor Eugenio de Santa Cruz, provisor general y juez ordinario del obispado:
“Ytem otro rretablo del señor San Antonio Abad que el de arriba y éste están en los dos altares colaterales, el qual assi mesmo mando hacer el dicho señor rraçionero y para él dio todo lo necessario de limosna y lo pintó el dicho Antonio de Orbara de limosna para su devoçión y se apreçió en duçientos rreales [Al margen: Retablo nuevo de Sr. San Antonio Abad]

El mismo investigador palmero nos informa de que se habían consumido por el tiempo y después de 1747 se colocaron en su lugar sendos cuadros de ambos santos, como consta en el Libro de la Ermita, custodiado en el Archivo Histórico de Madrid. Ya aparecían por primera vez en el la visita del Licdo. Juan Sánchez Vizcaíno, Beneficiado y Vicario, ocurrida el 18 de septiembre de 1625. Allí consta “Yten una ymagen de lienzo de San Ylefonsso. Yten una tabla en questá pintado San Antón…”

Don Esteban de los Reyes Utre Loreto y Carmona, presbítero, había declarado, como nos recuerda el cronista oficial de la capital palmera, Pérez García, “que construyó por su devoción y de su propio peculio el altar retablo de San Antonio Abad cuando fue ordenado de menores, cuidando del culto del santo, cuya imagen colocó en su propio altar en la ermita del Señor San Sebastián”. El mismo religioso doró y puso una vidriera en su hornacina. También donó las pequeñas esculturas de niños para colocarlas al pie de la peana de la venerada imagen. En su testamento de 1806 también declaró que había colocado la talla del “Señor San Antonio Abad, con su diadema de plata sobredorada, muleta y campanita de plata con seis niños en rrededor de su nicho […] y velo de damasco encarnado…”

Según el investigador palmero Fernández García, esta primera escultura de San Antonio fue sustituida en el siglo XIX por la actual talla datada –aproximadamente- en torno a 1755 y adquirida en el puerto mexicano de San Francisco de Campeche. Aparte de haberse convertido en el primer puerto de la península del Yucatán, también se había erigido como uno de los primeros astilleros de las Indias, destino –además-, de mayor importancia dentro del tráfico canario-americano. La había donado el capellán castrense José Pérez Hernández que, a su vez, la había heredado de su padre, Antonio Abad Pérez Herrera. Como curiosidad, digamos que el donante era cuñado del afamado escultor palmero Aurelio Carmona López. En palabras del profesor palmero Pérez Morera, “constituye una de las más hermosas tallas de este origen que se conservan en Canarias”.

Esta magnífica pieza, confeccionada en madera policromada y estofada -de autor anónimo campechano del siglo XVIII y cuyas medidas son 102 x 50 x 38 cms.-, fue descrita por el propio investigador:

“De carácter arcaizante, cierto reduccionismo en los rasgos expresivos, posición hierática y a la vez equilibrada en las composiciones y dominio de los pliegues del drapeado, el estofado se convirtió en un signo distintivo de esta escultura, donde la lámina de oro servía para la imprimación de diversos colores y esmaltes que transmiten a la imagen liviandad, brillo y luminosidad. Dramatismo y dulzura fueron conjugados por los escultores indios como una notable dicotomía entre la emoción y la paz interior”.

El padre del monaquismo -viejo ermitaño nacido hacia 251 en el Alto Egipcio al que se le invocaba para librar de la peste de los ganados- se le representa con un cerdo a sus pies. Patriarca de los cenobitas de la Tebaida cuya vida, contada por San Anastasio y San Jerónimo, se hizo popular en el siglo XIII por la Leyenda Dorada del dominico Iacobo de Vorágine, arzobispo de Génova. Además de la ganadería, también se le rogaba por la salud de los animales de corral e incluso domésticos. Moriría más que centenario en 356. Se suele representar vistiendo manto y capucha de monje y portando en una mano el báculo de abad. Sobre el hombro del manto suele llevar la cruz en forma de “Thau”, alusiva a su origen egipcio. Precisamente esta letra, la tau de San Antonio, se asimiló como amuleto y fue considerada como un preservativo contra las enfermedades contagiosas y la muerte súbita. A San Onofre –otro anacoreta egipcio- se le representa con un bastón en forma de muleta como el de San Antón Abad (como también se conoce a nuestro santo).

Se cree que este bastón de San Antón es el que poseía en su patrimonio personal el obispo Fray Lope de Barrientos. Se sabe que en el testamento de este prelado, dictado el 17 de noviembre de 1454, aparece mencionada como una de las reliquias más preciadas, ya que se consideraba el auténtico del santo. Es de madera de ébano y plata cincelada y sobredorada, de la primera mitad del siglo XV y de anónimo genovés. Sus medidas son 112 x 18 cms. y actualmente se conserva en la Fundación Museo de las Ferias, obra depositada por la Fundación Simón Ruiz (Medina del Campo, Valladolid). Sánchez del Barrio también nos indica que la empuñadura está rematada en forma de thau o cruz egipcia –la cruz de San Antón-, en la cual aparece el anagrama del “IHS” (Iesus Homine Salvator). Lleva los escudos con las insignias papales y las armas de los Luna (Benedicto XIII) y los Gèneve (Clemente VII). También lleva las inscripciones: “Gregorio XI”, “Benedicto XIII” y “Clemenes VII”. La funda es de cuero repujado y cartón (115 x 24 cms.) datada en la primera mitad del siglo XV y se cree obra de un artesano anónimo castellano.

Suele aparecer como un anciano con barba, leyendo en un libro que lleva en la mano que, según el tratadista Pacheco, significa “que sin estudiar supo la Escritura Sagrada”. El sevillano también insistía en que se le pintase “muy viejo pues murio de ciento y cinco años”. El rosario que lleva colgando del cordón de la cintura sirve para mostrar a los fieles su valor como poderoso talismán frente a las acechanzas del demonio y las enfermedades.

San Antonio Abad se ha convertido, además, en patrón de numerosas corporaciones: los cesteros, porque los solitarios de la Tebaida ocupaban su tiempo ocioso en trenzar cestos; los sepultureros, porque enterró a San Pablo Ermitaño –muerto a los 113 años de edad- en el desierto y al que ayudaron dos leones a excavar la fosa; los fabricantes de cepillos, porquerizos, vendedores de cerdos, carniceros, chacineros… por el cerdo, su atributo más popular; los campaneros, a causa de la esquila de esos animales. En algunos lugares también se erigió patrón de los curtidores, alfareros y arcabuceros.

En Canarias se suceden en numerosas ermitas y templos las imágenes de este santo protector de la peste y de los animales. Un ejemplo lo tenemos en el patrón del municipio de Fuencaliente de La Palma. El santo -que mira hacia el cielo- preside la bendición de los animales en la plaza si el tiempo lo permite. Se le hacen ofrendas con frutas y productos del campo, y tras una solemne función religiosa sale en procesión cada 17 de enero a hombros de sus orgullosos lugareños. Lamentablemente la talla primitiva se encuentra fuera de culto. Su templo data de antes de 1576. Se cuenta que dentro de él “en una refriega con unos moros que habían saltado en tierra, cogieron uno vivo, después de haber muerto a otros, y habiendolo vendido, aplicaron su valor para aderezar la ermita, lo que verificaron, cubriéndola de tejado, y encalándola, y al mismo tiempo retocando la imagen del Santo Patrono” (Lorenzo Rodríguez).

Hay otros muchos ejemplos. Así, en Tenerife encontramos un relieve anónimo en piedra del siglo XVI que representa al santo con su cochinillo custodiado en el baptisterio de la parroquia de La Concepción de La Laguna; también en el templo homónimo de la capital tinerfeña existe una pequeña efigie anónima del tercer cuarto del siglo XVIII donde el animal está exento; del mismo siglo es la escultura en madera policromada y telas encoladas de la iglesia de La Luz en los Silos. Aquí el báculo de plata es mayor que la imagen, reformada en 1872 por Juan de Abreu; en Santo Domingo de Güimar se conserva la talla dieciochesca de José Rodríguez de la Oliva; otra escultura se venera en el retablo mayor de la parroquia de Buenavista; etc. En Gran Canaria, en la iglesia de San Sebastián de Agüimes encontramos una talla completa y anónima de 1700, probablemente procedente de algún taller insular. Porta báculo de plata además del cerdo y el libro; etc.

Curiosamente todas ellas llevan el libro en su mano izquierda, excepto el santo de la ermita de San Sebastián, que lo hace con la derecha. Con la misma mano abre el libro la magnífica representación del retablo de la Virgen del Rosario de la parroquial de San Blas de la Villa de Mazo. Tras la segregación de la parroquia macense en 1832, el pueblo de Fuencaliente quiso que su santo patrono estuviese representado en el mencionado altar, colateral del Evangelio. Como vimos, tenía ermita propia en aquel municipio sureño desde el siglo XVI y aneja a la de Mazo. Viste manto y capucha de monje y porta en la mano izquierda el báculo de abad. Sobre el hombro del manto lleva la cruz en forma de tau y lleva colgado del cinto un rosario, que sirve para mostrar a los fieles su valor como poderoso talismán frente a las acechanzas del diablo y las enfermedades, tanto del hombre como del ganado. La pintura sobre tabla mide 76 x 163 cms. y data de 1689. San Antonio Abad y Santo Domingo de Guzmán –a ambos lados de la hornacina central- son pinturas sobre tabla de estética flamenquizante pertenecientes a la producción artística del palmero Bernardo Manuel de Silva. Según Pérez Morera puede que, cronológicamente, sean posteriores a 1689. Aparecen inventariadas en el templo en 1745. Sin embargo, hay investigadores que confirman su procedencia flamenca.

La escultura del santo ermitaño -que es objeto de este artículo- se muestra de pie, de porte majestuoso, que describe un elegante contraposto, disimulado por la delicada caída de la ceñida túnica, bajo el manto y por detrás del escapulario que cuelga recto. Otras de sus características apreciables son: el tallado de la larga barba que, sin patillas, se desparrama por la parte alta del pecho; también el trabajo de sus delicadas manos –la derecha casi abraza el libro abierto y la izquierda sostiene la muleta de plata en forma de “Tau”-; así mismo el de sus pies descalzos sobre una magnífica peana con grandes apliques dorados en forma de hojas de acanto; excelente acabado de su cabeza –coronada por una magnífica aureola de plata en su color que surge sobre una amplia tonsura-, tanto en la plasmación de las enjutas facciones como el trabajo de cabello y mencionada barba y bigote; bella policromía que combina el blanco con los tonos ocres y decoraciones doradas resaltadas con picado de lustre, grandes motivos vegetales simétricos de trazo grueso, mientras que el interior y forro de la capa se resuelve con un estofado más sencillo y compuesto de finas trazas horizontales; se consigue así un efecto armónico ajustado a la pobreza propia del santo anciano en su retiro, aunque el lujo de su atuendo responde más al gusto barroco y no una interpretación literal de su hagiografía.

Afortunadamente se ha recuperado la ceremonia de la bendición de los animales en la recoleta ermita de San Sebastián, en el corazón del Barrio de La Canela. El día de la onomástica de San Antón, 17 de enero, son cada vez más los vecinos y feligreses que llevan sus mascotas a los pies del “Santo Protector de los Animales” donde el sacerdote, con ayuda de un hisopo, los bendice en su honor esparciendo sobre ellos el agua bendita. Curiosa o milagrosamente todos guardan un respetuoso silencio.

José Guillermo Rodríguez Escudero

BIBLIOGRAFÍA

Libro de Visitas de la ermita de San Sebastián de Santa Cruz de La Palma, (s. XVI-XVIII), Archivo Histórico Nacional de Madrid.
ARRANZ ENJUTO, Clemente. Cien rostros de santos para la contemplación, CIDEP, 2000
FERRANDO ROIG, Juan, Iconografía de los Santos. Ediciones Omega, Barcelona, 1950
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia de La Palma, La Laguna- Santa Cruz de La Palma, t. I y II, 1975 y 1997.
PÉREZ GARCÍA, Jaime: Los Carmona de La Palma. Artistas y artesanos. Servicios de Publicaciones de Caja Canarias, Excmo Cabildo de La Palma, 2001.
PÉREZ MORERA, Jesús. Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad, CajaCanarias, 2000.
- Idem. Bernardo Manuel de Silva, Biblioteca de Artistas Canarios, Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1994
- Idem. «San Antonio Abad», Roque de Montpellier. Iconografía de los santos protectores de la peste en Canarias, Villa y Puerto de Garachico, 2006
RÉAU, Louis. Iconographie de l’Art Chrétien, P.U.F., Paris, 1957
RODRÍGUEZ MORALES, Carlos. «San Antonio Abad», La Huella y la Senda, Islas Canarias: Viceconsejería de Cultura y Deportes: Diócesis de Canarias, VI Centenario, D.L. 2003
SÁNCHEZ DEL BARRIO, Antonio. «Bastón y funda lamado de San Antón o del Obispo Barrientos», La Huella y la Senda, Islas Canarias: Viceconsejería de Cultura y Deportes: Diócesis de Canarias, VI Centenario, D.L. 2003
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viernes, 9 de enero de 2009

Santa Águeda: La Olvidada Patrona de Santa Cruz de La Palma



HISTORIA

El Convento de Santa Clara, primer monasterio femenino de esta capital, tuvo su origen en una pequeña ermita dedicada a la “Gloriosa Santa Águeda”, desde 1594 “Patrona de la Ciudad” y “Abogada de las Mieses”. Un punto éste sorprendentemente desconocido por la inmensa mayoría de los ciudadanos en la actualidad. De este recuerdo tan sólo queda una estrecha callejuela con su nombre que recorre, desde el inicio de la colina donde se ubica el ex cenobio, bajando la ladera – rodeando el actual Parque Infantil con una escalinata- hasta llegar a la confluencia con la Calle Baltasar Martín, en las cercanías de la Plaza de San Francisco y paralela a la ermita de San José.

La congregación de las monjas claras, con la ayuda de las familias más adineradas y poderosas, fundó un convento junto a la bella ermita. Según el acta del Cabildo de 9 de junio de 1600, se dice que “se esta edificando el Convento de Monjas Claras”. En la del 28 de julio de 1603 se faculta al Padre Canino para “cortar la madera de los montes que falta para acabar el convento”. Su coste aproximado fue de tres mil ducados.

Al ser suprimido el monasterio de Santa Águeda el 28 de diciembre de 1837 por las leyes de la desamortización de las clausuras, el Ayuntamiento de la capital palmera solicitó al Gobierno de Su Majestad, se le “diese el edificio para trasladar a él el Hospital y Cuna de Expósitos”. Esto le fue concedido por la Real Orden de 14 de junio de 1842. Desde entonces se hallaron establecidos los dos asilos benéficos, sirviéndoles de oratorio la misma iglesia del convento. Lamentablemente este precioso recinto está cerrado durante toda la semana, tan sólo abierto para los cultos del domingo por la mañana y, excepcionalmente, para otros actos aislados, como Semana Santa (procesión del magnífico grupo escultórico de “La Piedad” y visita al “Monumento”) y Función de Santa Rita...

PATRONAZGO

Corría la segunda mitad del siglo XVI cuando, según afirma Viera y Clavijo, ante la calamidad de los tiempos y las múltiples adversidades a las que estaban expuestas las cosechas -que no llegaban a satisfacer las necesidades de la Isla-, el Cabildo elige por suertes a la “Mártir Santa Águeda” como “Abogada de las Mieses”. Se procede a acometer la edificación de su ermita en la zona alta de la ciudad, en la que de inmediato comienza a venerarse su imagen traída de Sevilla. Así lo relataba Viera y Clavijo: “… echaron suertes y salio por abogada de las mieses la santa mártir…”.

Es curiosa esta advocación en La Palma, ya que no se conoce ninguna relación suya con la agricultura y la ganadería, por lo que se presenta como un interesante caso de advocación cambiada producido al azar.

En los años setenta del siglo XVI, las Actas Capitulares, conservadas en el Cabildo capitalino, dejan entrever de modo constante la escasez de trigo que padecía La Palma durante largos períodos, “comisionando aquella corporación a los distintos comerciantes radicados en la Isla para que importasen granos de otras islas del Archipiélago, Madeira e incluso Flandes”.

Según las crónicas del alcalde palmero Juan Bautista Lorenzo Rodríguez, en el Acta del Cabildo de la ciudad fechada el 7 de mayo de 1607 se da a conocer que la fundación del Convento de Santa Clara tuvo lugar en el mismo emplazamiento donde se hallaba la ermita de la santa, para lo que fue, lamentablemente, demolida.

Volviendo a la época de mayor auge de la festividad de la Santa Mártir siciliana, se recoge en la obra Noticias para la Historia de La Palma de aquel edil y cronista, que “el Cabildo había hecho voto y promesa de guardar su día haciendo procesión solemne a su casa”, que fue edificada, según reza un acta de 1607, “con gran fervor con limosnas de los vecinos e se trajo su ymagen despaña”.

En el plano de Santa Cruz de La Palma que levantó en 1590 el italiano Torriani aparece dibujada esta iglesia, denominada por él “Santa Ágata, prottetora della Cittá”.

Y como Patrona de la ciudad y de las mieses, continuó siendo invocada en épocas de calamidades públicas. Así, en 1747 se acordó “hacer procesiones de Inocentes según a sido costumbre”, y llevar la imagen de la Santa a la Parroquia Matriz de El Salvador. Allí se le ofrecía un novenario “en atención a la pública falta de agua y estar los sembrados en términoz de perderse”.

Tenían lugar solemnes procesiones en su honor, en las que acudían todos los pendones de los gremios y multitud de feligreses que rendían pleitesía a su patrona local. Erróneamente se cree que Nuestra Señora de Las Nieves es la Patrona de la Ciudad. Entre otros muchos honores y títulos, Ella es la “Alcaldesa Honoraria y Perpetua” de la misma y “Patrona de la Isla”, junto con San Miguel Arcángel.

Existía la obligación de la limpieza de todas aquellas calles por las que pasaba la solemne procesión de Santa Águeda. Así quedaba ordenado en los distintos edictos promulgados desde el Cabildo de la Ciudad.

La importancia de la tierra para su subsistencia explica el sentido trascendente que alcanza esta Protectora de la Ciudad de Santa Cruz de La Palma. Insisto en que nos encontramos ante una devoción inexplicable y absurdamente olvidada.

LA IMAGEN

Dentro de la abundante producción escultórica de origen andaluz -más concretamente sevillano- existente en La Palma de los siglos XVII y XVIII, encontramos una magnífica muestra salida de los talleres activos de la capital hispalense en el último cuarto del siglo XVI.

Se trata de una preciosa talla de tamaño natural y bulto redondo de 1,22 mts que se halla entronizada en la hornacina inferior izquierda del magnífico retablo dorado de la iglesia del Hospital de Dolores, primer ejemplo del barroco palmero y cabeza de una larga estirpe.

La impresionante efigie de la Santa - tradicional y erróneamente catalogada como flamenca -, fue concebida como una hermosa Venus rubia. Así, el Dr. Hernández Díaz la describe como una “Sagrada Venus” para significar la orientación clasicista de esta representación femenina. Con respecto al sitio de su procedencia, Herrera García, nos informa de que “… al constituirse Sevilla en escuela escultórica de primer orden y los gustos de la aristocracia local palmera, mucho de cuyos miembros eran de origen andaluz, comenzaron a manifestar cansancio por los reiterativos modelos de la plástica flamenca, adscritos a esquemas goticistas”.

De equilibrado volumen y de elegancia en su porte y en la caída de su larga túnica dorada y policromada, la bella escultura es un magnífico ejemplo de la imaginería hispalense del manierismo bajorrenacentista. Su procedencia sevillana está confirmada en las actas del Cabildo, después de 1574.

En cuanto a su postura, el pie derecho mantiene el peso del cuerpo, mientras que la pierna izquierda se adelanta en elegante movimiento, flexionando la rodilla a modo de “contraposto”. Según don Francisco J. Herrera García, esto “produce una ordenada conjunción de las masas y evita la apariencia de bloque rígido”. Un perfecto juego de volúmenes y estados de tensión coordinados en equilibrio y armonía.

El profesor palmero don Jesús Pérez Morera incluye esta pieza (en 1989) como representativa del quehacer de los talleres hispalenses del momento. Herrera García la atribuye más concretamente al taller del escultor abulense Jerónimo Hernández, considerado fundador de la escuela sevillana de escultura.

La proximidad de la Sta. Águeda con alguna de sus obras de carácter mariano es más que notable. Véase la “Virgen de la O” de Ubrique (1575), la “Esperanza” de Écija (1578) o la “Virgen de la Grana” de Guillena (1578-80). Algunos de estos ejemplares marianos procedentes de su taller, realizadas en los años setenta del siglo XVI pueden servir para “comprobar la similitud en rasgos compositivos, expresión y sentido clasicista con la obra que analizamos”.

Sobre su cabeza tiene una corona real de plata – exquisita pieza de orfebrería -, como las mártires más famosas, y porta sobre su mano izquierda una gran palma dorada, símbolo de la victoria del martirio sobre la muerte. Es curiosa la postura de esta piadosa insignia: parece flotar sobre el lado izquierdo, sobre su pecho y su mano, mientras que los dedos medio e índice recogen el manto elegantemente y acercan a su cuerpo la bien tallada palma martirial. Para ello, su brazo describe una ligera inflexión.

En actitud erguida, la Mártir mantiene con la mano derecha, que a tal efecto adelanta, una bandeja de plata con sus dos pechos. Herrera García nos dice lo siguiente del objeto artístico: “la bandeja, en este caso desprovista de las muestras de su martirio al tratarse de una pieza de plata extraña a la escultura…”

Los pechos del plato han sido histórica y popularmente confundidos con panes. Por ello hay zonas en la que en el día de la Santa de Catania, los feligreses llevan al altar panes sobre una bandeja. La mártir suele estar representada formando pareja con Santa Apolonia -que lleva pinzas o tenazas - y con Santa Lucía - que presenta sus ojos sobre una bandeja-. Es curiosa la representación de “Santa Apolonia de Alejandría” en la vecina iglesia de San Francisco. Allí se le representa con un martillo, inusual según su hagiografía y atributos personales.
“El rostro, de fina factura pese a las evidentes señales del paso del tiempo y los repintes labiales, se inclina hacia la derecha de tal modo que orienta la mirada al contenido de la bandeja, entornando los ojos de los que emana un profundo sentido de resignación”. Herrera continúa su pormenorizada descripción de la Patrona de la Ciudad, tras analizar su belleza facial: “se completa con la del cabello, descubierto al no sobrepasar el manto la altura de los hombros, permitiéndonos así admirar el exquisito trabajo de la gubia que distribuye los mechones capilares en suaves ondulaciones, mientras a la altura del cuello descienden en curvatura. Es una cabellera que no puede ocultar profunda raigambre clasicista, propia de una elegante matrona romana”.

Otra de sus características es el perfecto tallado de su perfil, la sutileza de las formas faciales, cejas finas, ojos tristes semiabiertos, barbilla redondeada, pequeña y delicada nariz…Todo estos mimados detalles “se complementan con la entereza y firmeza propias de la mejor escultura romanista; no existen atisbos de dolor; la serenidad y fortaleza conjugan sus efectos para proporcionar así pureza y equilibrio de inequívoco sello bajo renacentista”.

La holgada túnica dorada está ligeramente plisada sobre la pierna izquierda, “evidenciando el contraposto” y el manto terciado sobre el tórax continúa un recorrido oblícuo para luego, después de sobrepasar el brazo derecho, deja caer rectos los pliegues rectilíneos.

Durante estos siglos de existencia, la bella talla virginal ha sido objeto de desafortunados repintes. Su exquisita policromía, a pesar de todo, se ha conservado perfectamente. Dominan los tonos dorados del pan de oro que, incluso recubre el cabello. El amplio manto y la delicada túnica “se hallan recubiertos de motivos vegetales punteados, entre los cuales el espacio intermedio fue rellenado con una tonalidad ocre que oculta la primitiva estética del estofado”.

ANTIGUA Y VENERADA ADVOCACIÓN

La elegante y hermosa efigie de la Patrona de la capital palmera –patronazgo que comparte con la Gloriosa Santa Cruz-, lo es también de las enfermeras, ya que sanó de las heridas producidas al ser arrancados sus senos durante su martirio el 5 de febrero del año 251. Éste fue ordenado por el prefecto Quintianus durante la persecución del emperador Decio. Por este motivo es invocada también por los aquejados de dolencias en el pecho y tórax.

Era extraordinariamente atractiva y hermosa y por ello deseada por aquel tirano, el cual le preguntó: “¿Qué decides? ¿Estás convencida de que lo que tú adoras es una aberración?”. “¡Oh, no! – contestó Águeda-, cada día que pasa me persuado más de que estoy en la única verdad y Jesucristo es el único salvador que da la vida eterna”. Para hacerla desistir de su fe y convertirla en una apóstata, el cruel senador mandó azotarla bárbaramente y, encerrándola en una oscura prisión, le aplicaron los tormentos más terribles. El amor desairado llegó, en su crueldad, a todos los refinamientos: intento de seducción a través de una perversa mujer, Afrodisia, para que la sometiera a una violación virtual en un prostíbulo. Milagrosamente, como Santa Inés, conservó la virginidad. Sufrió con garfios acerados y ardientes, y su cuerpo fue retorcido cuando fue atada en una columna cabeza abajo. El tirano mandó que le cortasen los pechos a “aquella inocente y virginal azucena”. En esos instantes ella le gritó: “¿No te avergüenza amputar del pecho de una mujer lo que has mamado cuando tu madre te amamantaba?”. Fue curada por San Pedro que se le apareció en el calabozo. Compareció nuevamente ante el tirano y éste la mandó acostar desnuda sobre una capa de trozos de vidrio y brasas en su celda. En esos momentos, la tierra tembló.

Otros pueblos le rezan en días de tormenta con aparato eléctrico, como a Santa Bárbara, tal y como sucede en las regiones italianas de Palermo y Catania, donde además se le considera la protectora de los volcanes. También es patrona de Malta y de los fundidores de campanas. Se cuenta que, un año después de su martirio, una erupción del Etna estuvo a punto de sepultar varios poblados. Se considera un milagro de la Santa el que la lava se detuviera a las puertas mismas de la ciudad de Catania. También en el momento de su muerte, y cada año el día de su aniversario, el volcán vomita torrentes de lava. En Italia, su velo, conservado en la catedral de Florencia, se llevaba en procesión para apagar los incendios.

En Toulouse (Francia) estaba prohibido hilar o hacer la colada el día de su fiesta. Quizá porque Santa Águeda había reemplazado a una divinidad pagana que personificaba la mala estación: se creía que la rotación del huso provocaba torbellinos de viento y la agitación del agua de las fuentes llamaba a la lluvia.

Se atribuye el papa Gregorio I la introducción de su nombre en el canon romano de la misa; y el gran papa español San Dámaso canta en el siglo VI su gloriosa vida. La visita del apóstol San Pedro para restañar las heridas cuando la Santa italiana estaba en la cárcel también son parte de las leyendas que alimentan la devoción popular hacia la santa más cantada de la antigüedad por los poetas y la más representada por los pintores y artistas. Un cuadro custodiado en el Museo del Prado de Madrid, por ejemplo, de Carlo Caliari “Veronés” de fines del s. XVI, nos presenta a la Santa con su seno derecho cortado y un ángel tras ella reconfortándola y entregándole la simbólica palma del triunfo del martirio y la virginidad sobre la muerte.

Su onomástica se celebra el 5 de febrero. Este día era muy importante en la ciudad de Santa Cruz de La Palma. En la obra Descripción de todo lo que pasó en la Bajada de Nieves de 1815 (recuperada por el cronista oficial de la capital, don Jaime Pérez García), se ofrece una pormenorizada relación de actos que, con tal motivo, se dieron en la capital. Coincidieron: la Bajada de la Virgen de Las Nieves, los Carnavales – el 4 de febrero fue Sábado de Carnaval-, y al día siguiente, la Fiesta de la Mártir: “... fue la fiesta de Santa Águeda y predicó el Beneficiado Díaz; jamás en la Palma se hizo mejor sermón. En la noche del mismo día hubo sarado casa de don Rafael Monteverde...”

EL RETABLO

Está entronizada en el magnífico retablo mayor del antiguo convento de Santa Águeda, hoy Hospital de Dolores, cuya atribución cronológica es de aproximadamente 1679 a 1697.

El primer cuerpo es obra del prestigioso maestro Andrés del Rosario (1679-1693); su yerno Juan Fernández lo concluyó en 1697. En la hornacina central se hallaba la Inmaculada Concepción, talla en madera del siglo XVII que posteriormente fue trasladada a la sacristía. Actualmente ocupa este lugar preferente la bella talla flamenca de Ntra. Sra. de La Piedad (anónima del siglo XVI, titular de la antigua casa hospital).
Con ornamentación plateresca y técnica barroca, este retablo acusa la influencia portuguesa en el cierre semicircular de su remate y en los fondos de flores, frutas y pájaros – imagen del Paraíso- que decoran las hornacinas. En una de ella se veneraba la bella imagen de candelero de Sta. Clara de Asís, quemada por una monja loca en los aledaños del actual Aeroclub, y en la que ahora se encuentra la efigie de San José. Esta talla barroca fue traída de México en el siglo XVIII por el navegante Ambrosio Rodríguez de la Cruz. Tiene altar propio en el lateral del templo en el que se venera a otra imagen de La Inmaculada.

Fue restaurado en el año 2001 por el Taller de Restauración del Cabildo de La Palma (restauradoras: Isabel Concepción e Isabel Santos). En la delicada obra colaboraron, entre otros, Domingo Cabrera (restaurador), Rodolfo Rodríguez (carpintero) y Carlos Pérez (Ayte. de carpintero). También el personal de obras de este Cabildo –unidad técnica del Patrimonio Histórico- y la Empresa de Construcción y Restauración Miguel Hernández Ventura.

Es un precioso retablo de dos cuerpos y tres calles con cierre semicircular sin ático cuyo entablamiento superior se curva siguiendo la trayectoria de la hornacina. Sobre él se coloca el remate como solución lusitana. Es el ejemplo de prototipo de retablo barroco palmero al que le seguirán una larga estirpe. Estamos ante una verdadera obra de arte.

LA NOVENA

Novena a la Gloriosa Virgen, y Martyr Señora STA. AGUEDA. Dala a luz el Sr. Don Roberto d Lahanty, Teniente Coronel de Cavalleria, y Sindico General desta Provincia de San Diego de Canarias. Año de 1760. Conlicencia: en Sta. Cruz de Thenerife por D. Pedro Joseph Pablo Diaz, Impresor Mayor de Guerra, y Marina en la calle del Sol.

“En este primero dia se considera la constancia, que dio la divina gracia á nuestra Santa con la qual favorecida resiste á las lisonjas del presidente y governador Quinciano, poniendola su alma en custodia con la llave de la Fé, y fidelidad á su eterno y Divino esposo, de dode dirás a su majestad la Oracion siguiente: Altisimo Señor mio y Dios eterno, yo os pido y suplico por la intercesión de vuestra querida Esposa Santa Agueda, os digneis de poner con el favor de vuestros auxilios, guardas y custodias á mis labios, para que jamás mis palabras, ni conversaciones deslicen en ofensa vuestra ni del proximo y conservando mi corazon en pureza de conciencia vivais siempre en mi alma por gracia. Amen. Pater noster y Ave Maria.”

En 1760 se imprimió la Novena a la Gloriosa Virgen y Martyr Señora Sta. Águeda, cuyo probable autor fue el mecenas irlandés Roberto La Hanty. Este opúsculo salió de la imprenta de la Calle del Sol de la capital tinerfeña, primera del Archipiélago. Manuel Poggio nos informa de que es un folleto en doceavo de 32 páginas y de humilde impresión, “que goza de un lugar privilegiado en la historia de nuestra tipografía, ya que se encuentra entre las veinticinco primeras obras salidas del taller de Guerra y Marina, lo que lo convierte en uno de los entrañablemente denominados incunables canarios”. Estamos ante otra muestra de la primigenia importancia de esta advocación.

Se inicia con una «Oracion, y Ofrecimiento, para todos los dias»: “Omnipotente Dios, y Señor de infinita Bondad, que siempre en vuestros Santos admirable, en las virtudes, y gloriosissimo Martyrio de vuestra querida Esposa Santa Agueda hazeis tanta ostentacion de maravilloso; de todo mi corazon contrito, y arrepentido, os amo, adoro, y dedico esta Novena para mayor honra vuestra, y esplendor de la Santidad desta vuestra Santa Esposa…” Después de las nueve oraciones y ofrecimientos, una para cada día del novenario, el piadoso autor concluye con una plegaria dirigida por la Comunidad de Monjas Claras: “Asi, pues ó Virgen gloriosissima, dignissima Patrona, y Abogada nuestra (…) Mirad siempre con benignos ojos las hijas, y familia desta vuestra Casa, y assimismo á toda esta Republica, de quien eres Abogada…” Se custodia en los archivos de la Sociedad “La Cosmológica”.

UNA PROPUESTA PARA SU RESCATE

Poggio en su referencia a la Novena, nos dice que “esta imagen (…) debió gozar de cierto culto en el pasado, aunque hoy en día ya ha perdido toda su significación especial”.

En julio de 2005 se celebró la 66ª Bajada de la Virgen y se organizaron también grandes festejos especiales en su honor por el 75 aniversario de la Coronación Canónica de la milagrosa efigie. Tal y como propuse, hubiera sido un marco apropiado para rescatar, de una vez por todas, la veneración de Santa Águeda que hubiera ejercido como anfitriona de la ciudad. Hubiera podido, por ejemplo, presidir el comité de bienvenida a Nuestra Señora de Las Nieves, junto con el Pendón Real, autoridades y pueblo, en la “procesión de la búsqueda” de la venerada imagen mariana para traerla a El Salvador desde la Encarnación en la mañana del Domingo Grande. Tal vez, incluso, podría haber participado en la “Procesión General” con los Patrones: la Virgen, la Cruz y San Miguel. Una vez hubiera sido entronizada y rescatada oficialmente la advocación mediante un novenario, etc., podría darse a Santa Cruz de La Palma la fiesta anual grandiosa que tanto anhela y tanto se merece -cuando no sea año de Bajada- preferentemente en el verano. Esto generaría riqueza en el municipio, tanto devocional como económica. Ésta fue mi propuesta que no tuvo apoyo alguno por parte de instituciones, etc. Quién sabe si para las próximas Fiestas Lustrales esta ilusión pudiera materializarse.

De todas formas, el día 5 de febrero, su onomástica, podría hacerse anualmente alguna fiesta litúrgica en su honor, como novena y procesión. Ese día hay alguna que otra persona que deja unas flores a la santa en su retablo. Hay alguien que se acuerda de ella.

Es lamentable que nuestra ciudad, tan amante de recuperar y mantener las tradiciones, haya dejado extinguir precisamente una fiesta ancestral y bella como ésta, nada más y nada menos que la de su Patrona. Es tal el abandono que prácticamente nadie conoce ya esta historia. Considero necesario recuperarla para el bien de la memoria histórica de nuestra orgullosa comunidad. Es de justicia.

Recordemos en la Bajada de 1765 cómo Santa Águeda junto a la imagen desaparecida de Santa Clara ejercían de anfitrionas en la recepción de la Virgen de Las Nieves en su visita al monasterio de monjas claras: “…aquí huvo mucho fuego que disparó la devocion de aquellos vezinos Subió la Santísima Reyna a la plaza de las monjas a cuia entrada estaban las peregrinas ymágenes de Señora Santa Agueda y Santa Clara adornadas con el primor más lucido, esperando a la señora, a quien luego que llegó, hizieron reverencia. La acompañaron hasta su throno, donde ya colocada, cantaron las Religiozas una célebre tonada que duró quasi media hora…”

José Guillermo Rodríguez Escudero

BIBLIOGRAFÍA

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VIERA Y CLAVIJO, José de. Noticias de la Historia General de la Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1971.


Mi agradecimiento a la Directiva y al Personal de la Sociedad “La Cosmológica”, así como a la Biblioteca Pérez Vidal, a Sor Carmen del Hospital de Dolores y, especialmente, a Manuel Poggio del Archivo General de La Palma.
José Guillermo Rodríguez Escudero
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miércoles, 7 de enero de 2009

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