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sábado, 27 de diciembre de 2008

Niño Jesús de La Pasión Parroquia de San Francisco de Asís Santa Cruz de La Palma

“Las pajas del pesebre
Niño de Belén
hoy son flores y rosas
mañana serán hiel.

Lloráis, lloráis
entre las pajas
del frío que tenéis
hermoso Niño mío
y de calor también..”.
Lope de Vega

Tanto las representaciones de la tierna Infancia de Cristo como las de su sangrienta Pasión –esto es, de la humanidad de Jesús- proliferaron en la religiosidad contrarreformista. El brusco contraste entre la escena del inocente candor infantil de Jesús Niño con la de la crueldad de la ejecución de Jesús Hombre es la base del repertorio iconográfico que trata de potenciar una de las características de la plástica del Barroco: conmocionar al espectador a través de los sentidos y de la consideración del espíritu.

El investigador Rodríguez Morales nos informa de que “uno de los modelos que, con estos presupuestos, proliferaron durante la Época Moderna fue el de Jesús dormido rodeado de los instrumentos de su Pasión, sobre la que medita”. De esta manera es representado el Niño en la escultura de madera policromada –cuyas medidas son 17 x 39 x 6 cms.- que se halla entronizado en una hornacina esculpida en el antepresbiterio y en el lado de la Epístola de la histórica iglesia de San Francisco, antiguo templo del Convento Real y Grande de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, fundado en 1508.

Precisamente, sería la orden franciscana la que se distinguiría por la veneración y por la propagación del culto de ambas escenas extremas de la vida de Jesús: la Pasión y la Infancia. El pequeño Infante duerme apaciblemente reclinado sobre su lado izquierdo encima de una calavera sobre la que descansan ambas manos abiertas, como si la abrazase. Jesús, completamente desnudo, descansa bajo una cruz de madera negra en la que cuelgan varios de los instrumentos utilizados en su martirio: corona de espinas, esponja, lanza, martillo y tenazas. El mismo investigador nos informa de que “la calavera tiene una doble lectura, pues alude a la muerte humana de la que Cristo se muestra vencedor, y también al Gólgota, el Monte de la Calavera, donde según la leyenda de la cruz fue sepultado Adán y escenario luego de la crucifixión”. Lamentablemente no puede leerse el texto de la filacteria que rodea la base del cráneo y se dispone delante de la escena.

“…Dormid, cordero santo,
mi vida, no lloréis,
que si os escucha el lobo,
vendrá por vos, mi bien…”

Lope de Vega

Así, el tratadista de origen canario Interián de Ayala (1656-1730) defendía este tipo de representaciones que “aunque no tengan fundamento en algún hecho determinado, lo tienen, y no ligero, en que Cristo, Señor nuestro, desde el primer instante de su concepción aceptó espontáneamente la muerte y acerbísima Pasión que le impuso su Eterno Padre, viviendo siempre aparejado para ella, y pensando en ella muchas veces”.

“…Dormid entre las pajas,
que aunque frías las veis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.

Las que para abrigaros
tan blandas hoy se ven
serán mañana espinas
en corona cruel…”
Lope de Vega

Dicha consideración podría aplicarse a la extraña iconografía que nos ocupa, si bien Interián, en palabras de Rodríguez Morales, “habría condenado la demasiada desnudez de su tierno cuerpo, pues el autor se recreó en representarlo sin ropas talladas y probablemente sin intención de que se vistiese con postizos”.

El profesor palmero Pérez Morera nos informa acerca de la delicada pieza. Señala que se colocó originariamente en el desaparecido retablo de Ánimas o del Calvario, en un pequeño nicho bajo la hornacina principal de la capilla de la Vera Cruz. Luego fue trasladado a otro nicho de cantería “con arco conopial descubierto tras el retablo mayor, donde permanece”. Rodríguez Morales nos informa de que, “aunque su catalogación nos plantea serios interrogantes, nos aventuramos a proponer una factura andaluza del siglo XVII, o al menos influida por modelos meridionales”. Un modelo que había sido explicado por el mencionado mercedario Interián de Ayala.

“…Mas no quiero deciros,
aunque vos lo sabéis,
palabras de pesar
en días de placer.

Que aunque tan grandes deudas
en paja cobréis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.

Lope de Vega


La imagen del Niño Jesús dormido con los atributos de la Pasión suele ser “objeto de piadosas meditaciones””el que le pintan durmiendo sobre la cruz, poniéndole por almohada el cráneo o calavera de un hombre”. Hernández Correa nos informa así mismo que “también la religiosidad doméstica asumió este prototipo, menos amable, que incorpora la calavera como prefiguración de la muerte en el sueño del divino infante”.

Este último investigador nos informa de que esta asociación de misterios de la Encarnación y la Pasión tampoco faltó en los villancicos palmeros. Varias piezas de esta temática fueron compuestas por Pedro Álvarez de Lugo (1628-1706). “Dos de ellas guardan a modo de exempla el icono de la cruz –signo del dolor, de la pobreza y de la muerte, pero también de la redención- entremezclado con las pajas del pesebre donde descansa el Niño”. Una de ellas reza:

“Viene a una negociación
hoy de tan grande importancia
que le costará vencerla
el morir en la demanda.
Y así desde hoy a trabajos
en mala cama le ensayan
pajas que se hacen cruces
viendo humildad tan extraña”

Blanco Montesdeoca

El cronista de la ciudad, Pérez García, incluye en su trabajo sobre la historia de las familias de la calle principal, el inventario de Ana Beatriz de Valcárcel tras su muerte el 16 de febrero de 1731. En él se incluye “…y sobre dicho escritorio otro escritorio de largo de media vara poco mas o menos y sobre dicho escritorio un Niño Jesus de bulto dormido sobre la muerte con su peana dado de colores que todo tendra de alto media vara…”


Dejad el tierno llanto,
divino Emmanuel,
que perlas entre pajas
se pierden sin por qué.
No piense vuestra madre
que ya Jerusalén
previene sus dolores,
y llore con Joseph.

Que aunque pajas no sean
corona para Rey,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel”
Lope de Vega


José Guillermo Rodríguez Escudero


BIBLIOGRAFÍA:

BLANCO MONTESDEOCA, Joaquín. Antología de una poesía canaria (siglos XV-XVII), Rueda, Madrid, 1984.
HERNÁNDEZ CORREA, Víctor J. «El Dulce Nombre: Fiestas del 1 de enero en Santa Cruz de La Palma (siglos XVI-XVIII», en Programa de actos, Navidad 2008/2009, Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 2008
INTERIÁN DE AYALA, Juan. El pintor christiano y erudito, o tratado de los errores que suelen cometerse freqüentemente en pintar y esculpir las Imágenes Sagradas, Madrid, 1782.
- Idem. Pictor christianus eruditus, Madrid, 1730
DE VEGA CARPIO, Lope Félix. «Las pajas del pesebre», Poesía selecta. Edición Antonio Carreño. Cátedra-Letras Hispánicas, nº 187. 2ª Edición, 1995.
PÉREZ GARCÍA, Jaime. Casas y familias de una ciudad histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma, Madrid, 1995
PÉREZ MORERA, Jesús. Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad, CajaCanarias,
Santa Cruz de Tenerife, 2000
RODRÍGUEZ MORALES, Carlos. «Niño Jesús», en La Huella y la Senda, Viceconsejería de Cultura y Deportes: Diócesis de Canarias, VI Centenario, D.L., 2003

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