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martes, 4 de agosto de 2009

Nuestra Señora de Las Nieves - Retazos Histórico-Artísticos de la Gran Señora de La Palma

- UNA ANTIGUA ADVOCACIÓN

El suntuoso Real Santuario Insular de la Patrona de La Palma y de los palmeros, en Santa Cruz de La Palma, es el centro de la espiritualidad de la isla por antonomasia y uno de los focos de devoción más antiguo del Archipiélago. Ya en la Bula del Papa Martín V, fechada en Roma el 20 de noviembre de 1423, quedaba demostrada la existencia de una iglesia dedicada a dicha imagen bajo la advocación de “Beatae Mariae de La Palma”, devoción que se extendió por todas las islas. Prueba de ello es que en otros lugares de nuestra región se erigieron ermitas y templos dedicados a la venerada “Morenita”. Se sabe y está comprobado que los evangelizadores introdujeron el cristianismo en nuestra isla con anterioridad a la Conquista y es precisamente esta imagen de la Virgen de Las Nieves una prueba fehaciente. Su presencia en San Miguel de La Palma corre pareja con la historia española y penetra de lleno en la leyenda. Todo ello respalda las hipótesis de ciertos cronistas sobre su llegada: viajes de frailes irlandeses o marinos mediterráneos, misiones del Obispado de Telde, incursiones de normandos, del propio Lugo, de la conversa Francisca de Gazmira, de las expediciones enviadas por el Rey Juba de Mauritania, etc.

La prueba documental más antigua que se ha podido encontrar, recogida por el desaparecido historiador palmero Don Alberto José Fernández García en su detallado trabajo titulado Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves (León, 1980), es la cita encontrada en el Libro de Repartimientos, donde consta que Lope Hernández y Aparicio Rodríguez, medidores y deslindadores de las tierras de la Isla, nombrados por el Adelantado Fernández de Lugo el 23 de enero de 1507, dicen: “y otro titulo que ansi mesmo le dicen Santa Maria de las Nieves un solar de cincuenta codos…”

- LA IMAGEN DE LA VIRGEN

La escultura de la Virgen es la imagen mariana más antigua de cuantas se veneran en las Islas. Es una talla modelada en terracota que mide 57 cms de altura. Su Hijo, que porta sobre el brazo derecho, 12 cms. Se la colocó en un pedestal de 24 cms, por lo que su altura máxima es de 81 cms. Otros autores confirman que está realizada en barro cocido, material en el que modelaron sus figuras los escultores flamencos o franceses activos en Sevilla en el siglo XV, como Lorenzo Mercadante de Bretaña o Miguel Perrín, como indica el profesor Hernández Perera. Martín de Cunas afirma en 1694 que es de barro portugués “con letreros en la orla o manto que no pueden leerse”. Está policromada: manto azul que lleva sobre sus hombros, traje color rojo, toca blanca por la cabeza; las orlas y el cinto son dorados, como los del Niño Jesús. Es una obra gótica de finales del siglo XIV (aunque algunos estudiosos apuntan el siglo XIII), con reminiscencias del románico en su período de decadencia. Así es como se veneró la imagen en los primeros años, pero ya el 12 de julio de 1534 aparece inventariado uno de sus primeros adornos, una “toca de seda vieja”. También, el 12 de febrero de 1571, “un almayzal de toca labrada de seda colorada”, “un manto de tafetán azul con guarnición de oro”; el 3 de octubre de 1574: “una ropa de tafetán blanco con pasamanos de oro que tiene vestida la ymagen de nuestra señora”, y así un largo etcétera.

Estas vestimentas fueron incrementándose con el paso de los años, y se iban colocando de forma que las manos de ambas tallas quedaran al exterior, costumbre que se siguió, al menos, hasta 1637. Por esta época, debido a las señales que el tiempo había hecho sentir, sobre todo, en la figura del Niño, fue necesario tomar nuevas determinaciones acerca de cómo se vestiría la Virgen, “con objeto de dar la impresión de que toda ella había sido hecha para este fin, aparte de coincidir con los años en que fue costumbre aparecer cubiertas algunas figuras de la Virgen”.

El Padre franciscano Fray Diego Henríquez, en su obra sobre las sagradas imágenes aparecidas en Canarias (1714), describía el icono original con las siguientes palabras: “es esta venerable imagen de escultura algo menos de una vara de alto; su materia de piedra extraordinaria entre roja y blanca; el rostro es perfecto y lleno; los ojos, rasgados y abiertos que parecen mirar a todas partes; las mejillas rosadas; el color moreno, no con exceso obscuro; obstenta magestad y mueve a veneracion y devocion; la túnica es roja y ceñida con cíngulo; el manto es azul; el Niño le sale del corazon, dentro de la cual esta incluida la mayor parte del cuerpecito; falta a la imagen la punta de la nariz y al Niño en algunas cuasi fisuras su primero barniz y, aunque diestros pintores han procurado suplirlo, no o aceptan ni el hijo ni la Madre, pues luego lo expelen, demostracion que bastantemente explica la desigualdad y que no se proporcionan ni estos betúmenes a aquellos barnices, ni los maestros mas diestros…” También decía que “… tanta gravedad y majestad representa en ellos –los ojos- y en el rostro, que ninguna la mira de hito que no se le ericen los cabellos y encojan los hombros…”

También el profesor Jesús Pérez Morera, en su obra Silva (1994) recoge: “la majestad icónica y la concentración espiritual que emana de su rostro, esquemáticamente idealizado, refleja lo eterno y sobrenatural. Tal vez a ello se debe la poderosa atracción que ejerce sobre quien lo contempla y la devoción despertada a través de los siglos. Ante sus ojos rasgados y abiertos, que parecen mirar a todas partes, como señala Fray Diego Henríquez, quedaba el pueblo hipnotizado”.

En dicha obra, el estudioso palmero también analizaba cómo se inició la tradición de sobrevestir la imagen original de Nuestra Señora de Las Nieves, con valiosos ropajes: tocas, mantos y sayas a partir del siglo XVI. A principios del XVII, la imagen fue retocada por el pintor Juan de Sosa, según informó la también profesora palmera Gloria Rodríguez, en una época en la que la cabeza del Niño Jesús se hallaba “quebrada por el cuello pegada con cera” (Libro de Visitas y cuentas de fábrica, Inventario de 1618). Este deterioro que la imagen iba sufriendo con el paso del tiempo, obligarían a tomar algunas medidas a fin de evitar su desgaste. Una de ellas fue embutirla dentro de una especie de “percha triangular de corte barroco” o de una suntuosa campana textil, de donde sólo asoma la cabeza de la Virgen. Sus manos y el Niño son postizos. Así quedó configurada su iconografía tal y como la conocemos en nuestros días.

En 1681 el Visitador Pinto de Guisla indicaba que esta venerada escultura era de “talla cuia materia es piedra, pero se uiste y adorna como si se hubiera hecho para uestir”. Sobre este particular, recogemos aquí lo que escribió en 1920, José Crispín de la Paz y Morales, cura párroco de Las Nieves, rescatado por el profesor Pérez Morera en su obra: “La forma exterior de la Imagen, tal cual se presenta a la veneración de los fieles, es la propia de las imágenes de la edad media, teniendo para acomodarle los vestidos dos brazos añadidos, lo mismo que otro Niño Jesús que se pueden mover y separar de su cuerpo a voluntad. En sus vestidos usa de todos los colores, menos el negro, abuso intolerable y que debiera ordenarse el blanco como el único y exclusivo”.

En 1680, la beata María de San José Noguera tuvo la revelación –según nos informa Pérez Morera- que la “Gran Señora de La Palma” había sido formada por los ángeles del cielo de “la columna en la que fue azotado el Señor”.

- EL JOYERO DE LA VIRGEN

Uno de los primeros datos que conocemos acerca del joyero de la Virgen se remonta al inventario del 12 de enero de 1571, donde consta “una corona de plata que con hechura y todo pesa 24 doblas”. Más tarde, el 3 de octubre de 1574, se consigna “una corona de plata del niño jesus”. De entre las impresionantes joyas que posee la venerada Imagen, la que posiblemente sea una de las más antiguas, es un calvario en miniatura, dentro de un cilindro de cristal engastado en oro, del que penden nueve perlas. Fue regalo del Regidor de La Palma Guillén de Lugo Casaus en 1576. El Santuario custodia un largo catálogo de valiosas prendas y alhajas con las que el pueblo palmero ha agradecido a su Patrona los favores recibidos. La corona de oro, esmaltes y perlas que aparece inventariada por primera vez en 1603, fue enviada desde el Nuevo Reino de Granada, en Indias, por Pedro Fuentes, un hijo de La Palma. Otras coronas de plata fueran traídas desde América por Agustín Poggio, pero fueron fundidas para la construcción del fabuloso trono festivo de plata de la Virgen. El “papagayo” de oro y esmeraldas fue donado en 1604 por Diego Fierro. El riquísimo collar de esmeraldas con medallas esmaltadas y perlas lo posee desde 1648. El capitán Manuel de la Mota le regaló el precioso rosario de perlas gruesas, a condición de que la Sagrada Imagen lo tuviera siempre encima “por la mucha devocion con que se lo habia traido”.. La “lagartija” de oro y esmeraldas fue obsequio de Margarita de Guisla Van de Walle en 1652 y otra muy parecida de Francisca Vélez fue dejada a la Patrona en su testamento de fecha 3 de abril de 1778. Ambas obras de arte fueron enajenadas para sufragar los gastos que supusieron las reformas de la capilla mayor en 1876.

Componen el valioso joyero de la Virgen numerosos collares de perlas y oro, valiosos rosarios, cruces de esmeraldas, oro y esmaltes, broches de oro y piedras preciosas, medallones de filigrana; la “Rosa Aurea”-una gran rosa de oro macizo donada por Manuela de Sotomayor que luce entre sus manos la Virgen en las grandes solemnidades-, innumerables anillos, colgantes, cadenas, pendientes…; un rostrillo cuajado de perlas y esmeraldas hecha por orden del Visitador (el 19 de septiembre de 1757); una custodia de diamantes, oro y perlas fue el legado de Ana Teresa Massieu y Vélez de Ontanilla en 1712; una guirnalda de oro y gemas que lleva la imagen sobre los hombros confeccionada por el orfebre palmero Manuel Hernández; la lujosa “Eme” de María hecha de perlas; las maravillosas coronas de diamantes y gemas de la Coronación Canónica, efectuada por Monseñor Tedeschini –Nuncio Papal el 22 de junio de 1930-; y así una larga relación de alhajas impresionantes que, incluso, tienen nombre propio: “la Sirena”, “la Custodia”, “el Barco”, “la Lira”, etc.

El barco de marfil en miniatura fue obsequio de Asunción García de Aguiar; la preciosa lira de oro y esmaltes fue obsequio de Rosario Becerra y Cosmelli. Esta ilustre dama regaló a la Virgen todas sus joyas para que fueran invertidas en la corona imperial para su coronación; también dejó todas sus alhajas José Crispín, en su testamento de 22 de octubre de 1952; Juana Felipe Cárdenas le regaló un bello medallón de filigrana de oro y perlas en 1903; la mayor esmeralda que luce la imagen la recibió de manos de José Manuel de Fuentes en 1757; un soberbio broche y una sirena de esmeraldas, un clavo de oro y una cadena de perlas magníficas fueron dádivas de María de Las Nieves Pinto y Vélez de Ontanilla en 1779; esta rica dama también le regaló la plata de la mandorla o sol que nimba la imagen; un vecino de La Habana, Domingo Hernández, había regalado en 1672 un espléndido conjunto de joyas, entre las que se encuentran una fabulosa cruz de esmeraldas, oro y esmaltes. Todas ellas fueron altamente valoradas por el prestigioso orfebre palmero Pedro Leonardo Santa Cruz. La mencionada dama, Manuela Sotomayor, también le regaló un hermoso lazo y cruz de oro y perlas…

Todas estas bellas obras de arte, y muchísimas más, conforman el joyero más valioso de cuantos existen en Canarias, que se incrementa constantemente con los obsequios que le hacen los devotos de dentro y fuera de la isla, en agradecimiento a los favores recibidos.

- ARTE SUNTUARIO

Capítulo aparte es el que merecen los objetos destinados al culto: desde la custodia de filigrana de plata mejicana, la más antigua de su estilo del Archipiélago, obsequiada por el Obispo electo de Puerto Rico en 1666, Pedro de Escobar; los seis magníficos faroles ochavados de plata repujada de 1768; los innumerables cálices, copones… las varas de plata calada del palio y del guión del Santísimo enviadas desde La Habana en 1723; la preciosa cruz procesional de plata repujada donadas por el Maestre de Campo Gaspar Mateo de Acosta en 1704; vinajeras de estilo barroco sobredoradas; más custodias, portaviáticos, acetres, lámparas votivas de plata, bronce y cristal, jarrones; el fabuloso altar trono festivo de plata de la Virgen y sus andas de baldaquino; los incensarios, navetas, ciriales, atriles, vasos, etc.

El creciente de luna que lleva la Virgen a sus plantas fue regalo de Juan de Oviedo (1681) y bañado en oro en 1706 gracias a la generosidad de Ambrosio Rodríguez de la Cruz. Un cáliz de plata con un arete de diamantes, regalo de José Miguel Sotomayor en 1930.

El tan anhelado Museo Insular de Arte Sacro será un digno expositor de todos estos tesoros. Serán mostrados los ricos mantos de brocado y sedas, bordados en oro y plata, etc. Algunos de ellos muy antiguos. Tanto, que son los mismos con los que pintores de hace varios siglos han plasmado en sus obras a la “Dama del Monte”. Una de las pinturas más antiguas que se conservan de la iconografía de la Virgen de Las Nieves está en su Santuario y es de la primera mitad del siglo XVII. Existe otra que pertenece al sacerdote Don Andrés de las Casas Guerra de la misma época. Ambas presentan la particularidad de aparecer la imagen ya vestida.

- LA LEGENDARIA INSCRIPCIÓN

Siempre hemos oído hablar sobre una extraña inscripción que, supuestamente, tiene la Virgen grabada en su espalda. Una enigmática y célebre palabra: “ASIETA” traducida por las iniciales de “Alma Santa Inmaculada en Tedote Aparecida”. Tedote es el nombre guanche de la capital palmera. Un nombre que llevan muchachas palmeras asumido como sinónimo de “Nieves”.

Wamgüemert y Poggio, en su libro publicado en 1909 titulado Influencia del Evangelio en la Conquista de Canarias asegura que, no sólo es cierta la existencia del mencionado grabado, sino que éste fue estudiado por el Obispo Antonio Tavira y Almazán (cuya visita al Santuario tuvo lugar en 1794). No obstante, ni en el acta correspondiente a esa visita, ni en el Archivo Parroquial consta que “La Morenita” posea tal inscripción. Es posible que los historiadores hayan hecho caso al asunto “de oídas” sin haberlo estudiado en profundidad. Es rotunda la aseveración hecha por el palmero Alberto José Fernández García en su publicación titulada Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves (León, 1980). Allí explica cómo tuvo el gran honor de contemplar la imagen de la Patrona de La Palma sin las ricas vestiduras que la cubren y no encontrar nombre alguno.

Esta supuesta leyenda fue objeto de especulación y de variopinta interpretación desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XX. Así, en la descripción de los festejos de la Bajada de 1765 (Antonio Abdó, 1989) consta que, durante la procesión del retorno de la Morenita a su Santuario, se confeccionó una magnífica fuente de la que brotaban seis hilos de agua que “cifraban con primor las seis letras que tiene grabadas en su vestuario esta prodigiosa ymagen, que son ASYETA”.

- ONOMÁSTICA DE NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES. DÍA DE PRECEPTO

En el Acta del Cabildo de La Palma de 28 de agosto de 1637 consta cómo se concede a la Santa Imagen Patrona uno de tantos privilegios otorgados por los Sres Obispos en el transcurso de los siglos. En esta ocasión se refiere a la declaración de día de precepto del 5 de agosto, importante efeméride que también fue rescatada por el célebre alcalde constitucional Lorenzo Rodríguez en su detallada obra sobre los hechos sociales, políticos, religiosos, etc. de la época que le tocó vivir. Esta petición le fue hecha al prelado por numerosas familias, instituciones y particulares de La Palma, así como por “parte y devoción de la Justicia y Regimiento de la Isla”.

En la solemne declaración, Francisco Sánchez de Villanueva y Beza, “por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Arzobispo Obispo de estas islas de Canaria, del Consejo de Su Majestad y Su Predicador, Asistente de Su Santidad nuestro muy Santo Padre Urbano VIII…” manda que en lo sucesivo, a partir de ese año de 1637, fuese festivo en Santa Cruz de La Palma “y contorno y término de la ermita…”. Transcribimos el resto del mandato: “… lo cual, mirando al servicio de Dios y devoción con que se celebra la dicha fiesta, mandamos dar y dimos la presente para que aquí adelante todos los años se guarde en la dicha y ciudad y contorno según y de la manera que las demás establecidas por Su Santidad y nuestros antecesores en el Sínodo y al Vicario de la dicha isla que es o fuere, así lo mande publicar, guardar y cumplir”. El decreto fue dado en Icod de Los Vinos (Tenerife) el 15 de agosto de 1637 por mandato del secretario del Cabildo de La Palma, Su Señoría Iltma. Don Carlos de Briones Samaniego.

- CURATO REAL

En el acta del Cabildo de La Palma de 16 de enero de 1662, consta cómo el “Doctor Don Francisco de Betancor, Chantre de la Iglesia Catedral de Canaria, Gobernador, Provisor y Visitador General de este Obispado”, había solicitado a Su Majestad el Rey, la confirmación de la aceptación de Nuestra Señora de Las Nieves en su Patronato Real. Esta petición del prelado fue efectuada el 6 de diciembre de 1657 ante el notario público José Martín de Rivera. La ratificación vino dada en Madrid con fecha 18 de septiembre de 1661, cuatro años más tarde de la solicitud. Por medio de la Cédula Real, “la recibe en su Patronato Real y debajo de su protección y amparo para defenderla y ampararla de su mayor lustre, autoridad y aumento del culto divino”. El Real Decreto vino refrendado por Don Antonio Alosa Rudarte. Se ordena que se ponga una copia en el Libro de Provisiones y otra en el Archivo del Cabildo de La Palma , mientras que el original sea custodiado en el Archivo del Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves, “según y como Su Majestad lo manda, la cual dicha cédula fue leída en este Cabildo y obedecida según y en la forma acostumbrada”.

- ALGUNOS ROBOS

En el templo más rico de la Isla de La Palma, debido a las imposiciones y cuantiosas limosnas que desde muy antiguo se viene haciendo, se han dado, desgraciadamente, casos de robo. Uno que tuvo una amplia difusión entonces y que produjo profunda consternación entre los palmeros, se produjo el 27 de marzo de 1678. A la Santa Imagen de “la Morenita” le fueron robadas algunas valiosas joyas y prendas. El 4 de abril de l mismo año se comenzó a instruir el caso por el Vicario Melchor Brier y Monteverde, “según parece sin resultado”.

Otro célebre robo fue el que se produjo el 22 de marzo de 1847. En esta ocasión se trató de una fabulosa lámpara de plata, “que era la principal que había en este templo”. Esta preciosa obra de arte fue regalada por la generosa piedad del Capitán don Luis Fernández de Lugo, “había cosa de dos siglos, para mayor ostentación del culto de la Sagrada Imagen de Nuestra Señora de Las Nieves”. El peso de esta joya era de 27 marcos y 7 onzas. Seguida la causa por el Juzgado de primera Instancia de esta Isla, se descubrieron los autores del robo, si bien uno de ellos tan sólo fue quién cumplió condena.

- PRETENSIÓN DE LOS DOMINICOS

Los frailes dominicos -de la Orden de Predicadores establecida en Santa Cruz de La Palma desde 1530-, intentaron fundar convento en el Santuario, donde llegaron finalmente a establecerse en la medianoche del miércoles 24 de noviembre de 1649 y a colocar al Santísimo. Según un testigo presencial, entraron en el templo a la fuerza, “sin tener para ello ni título ni razón”. Esto produjo rápidamente la pronta oposición de la Justicia secular y eclesiástica “y muchos ciudadanos a echarles de ella y no quisieron salir ni abrir las puertas de la dicha ermita”. En caso de que se llegara a materializar esta pretensión, los perjuicios económicos para el clero secular serían considerables.

Ante la negativa de los dominicos, se abrió por fuerza una puerta lateral de la ermita y entraron aquellos para expulsarlos. El testigo continuó narrando la incidencia: “trugeron entonces en procesion a Ntra Sra de Las Nieves a la Parroquia de esta ciudad. Hízoseles muchas contradiciones y sin embargo no quisieron salir”. Continúa informando de cómo se informó al obispo Francisco Sánchez de Villanueva, Arzobispo de Taranto. El barco con las noticias zarpó del muelle capitalino el 30 de noviembre. “Su señoría mandó por censuras saliesen, el cual auto se les notificó, y salieron luego de dicha ermita”.

La autoridad eclesiástica los expulsó finalmente en la noche del 9 de diciembre de 1649, “habiendo salido por la puerta que mira al río cantando el salmo ‘In exitu Isräel de Aegipto’ y dejando de manifiesto el Santísimo sobre el ara”. Así es como consta en el expediente que se custodia en el Archivo del Real Santuario capitalino. El religioso que ocupó la iglesia para hacer la fundación, como prior, fue Fray Antonio de Talavera, el que se posesionó con el nombre de vicario de aquel recinto sacro.

El mismo día que los frailes abandonaron el Santuario mariano, se trajo de allí a Su Divina Majestad en una solemne procesión “la más solemne y con mayor concurso que jamás se ha visto, y fue tan general el contento que toda la ciudad en la dicha noche puso luminarias e hizo hogueras”.

S. M. El Rey don Felipe IV también dictó orden contra aquella pretensión en documento real firmado en Madrid el 2 de julio de 1650.

- “EL ORGULLO DE LA PALMA”.

Fernández García, en su mencionada obra sobre el Santuario, da una amplísima y veraz información sobre este monumento histórico artístico de primer orden. Un detallado trabajo que fue supervisado por el rector don Pedro M. Francisco de Las Casas. Gracias al esmero, al buen quehacer y al exquisito gusto de este sacerdote, podemos disfrutar y contar con un tesoro único e intacto que cumple más de medio milenio que se nutre constantemente de nuevas aportaciones en piedad y arte ofrecidas por cada una de las generaciones de palmeros a su Patrona. Su Real Santuario se ha convertido en el principal foco de devoción de una isla que es cada vez más consciente y orgullosa de los bienes que atesora y que ha convertido a este suntuoso templo en un centro de peregrinación para aquellos que buscan el “Arte”, en mayúsculas.

Cinco siglos cumplidos revelan la potencia de una devoción que supera los ámbitos del credo y es insignia de una Isla y de sus habitantes. Estos, en épocas conflictivas, se han reunido en torno a un mismo “Talismán” para buscar apoyo y paz para sus tribulaciones. El día de su onomástica, el 5 de agosto, el orgulloso Pueblo Palmero, todos nosotros, continuaremos yendo en masa a su Santuario, como lo hicieron nuestros antepasados y como lo harán sin duda nuestros hijos y nietos, para poder seguir celebrando todos juntos el “Día del Orgullo de La Palma”, una jornada muy especial que ya, afortunadamente, tiene carácter festivo en todos los municipios de la Isla.

José G. Rodríguez Escudero


BIBLIOGRAFÍA

DE LA PAZ Y MORALES, José Crispín Contestaciones al elenco de las preguntas formuladas en la Santa Pastoral Visita efectuada por el Excmo. SR. Obispo de esta Diócesis don Gabriel Llompart y Jaume a la parroquia de Nuestra Señora de Las Nieves, Archivo Parroquial del Santuario,18-XI-1920.
FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto José, Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves, León, 1980RODRÍGUEZ, Gloria. La iglesia de El Salvador de Santa Cruz de la Palma, Madrid, 1985
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan-Bautista: Noticias para la Historia de La Palma, La Laguna- Santa Cruz de La Palma, 1985.
PEREZ MORERA, Jesús, Silva. Bernardo Manuel de Silva, Viceconsejería de Cultura y Deportes, D.L. 1994

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